Hubo un momento, a mediados de mayo, en el que el Gobierno caminaba por la cuerda floja. Sacaba adelante las prórrogas del estado de alarma con mucha dificultad, en negociaciones agónicas. Los aliados tradicionales se desentendían de sus iniciativas. El fantasma de unas elecciones anticipadas planeaba sobre el Congreso. Seis meses después, el panorama ha cambiado por completo. Ahora los apoyos del Ejecutivo se multiplican hasta llegar a una cifra insospechada cuando la coalición echó a andar, en enero: 188 votos a favor (13 por encima de la mayoría absoluta) cosecharon este jueves los Presupuestos Generales del Estado del 2021, que ahora se dirigirán al Senado para, si hay nuevos cambios vía enmiendas, volver a finales de año a la Cámara baja, donde serán definitivamente aprobados.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ya tienen la legislatura encarrilada. Los colaboradores del presidente del Gobierno llevan meses argumentando que el fin del bipartidismo acabó con la era de los Presupuestos anuales. En esta nueva época, donde las mayorías resultan menos claras, las cuentas se diseñan para varios ejercicios, explican. Al fin y al cabo, España lleva desde el 2018 con los Presupuestos del PP prorrogados. Así que Sánchez ya cuenta con los mimbres para llevar su mandato hasta el 2023, cuando tocan nuevas elecciones generales.

La alianza para las cuentas del año que viene es muy amplia. Engloba a 11 formaciones: PSOE, Podemos, ERC, PNV, EH Bildu, PDECat, Más País, Compromís, Teruel Existe, Nueva Canarias y el PRC, siglas que van desde la socialdemocracia clásica a todo el espectro situado a su izquierda, pasando por la mayoría del nacionalismo e independentismo y las formaciones puramente minoritarias. Si alguien puede presumir de esta suma, es Iglesias. Frente a las tentaciones de Sánchez de pactar con Ciudadanos, el líder de Podemos apostó por una amalgama de este tipo desde el principio, algo que ahora se encarga de repetir sin pausa, acostumbrado como está a presumir en público de sus tantos políticos.

Aun así, Iglesias no esperaba alcanzar una cifra tan alta como los 188 de este jueves. Aquí también ha habido un invitado inesperado: el PDECat, que tras separarse de JxCat ha vuelto a una senda pragmática, en la estela de la antigua CiU. "Hemos asumido nuestra responsabilidad", dijo su portavoz, Ferran Bel. Desde ERC, Gabriel Rufián señaló que empezaba "una nueva era", porque "el independentismo de izquierdas ha entrado". En plena precampaña de las elecciones catalanas, el republicano emplazó al Gobierno a mover ficha en el plano territorial. "Si no demostramos de aquí al 14 de febrero fecha de los comicios autonómicos que la política sirve para algo, la política irá de magia", anticipó, en referencia a JxCat, que enarbola junto a la CUP el enfrentamiento con el Estado.

El papel de Bildu

Los socialistas no acaban de sentirse del todo cómodos con estos apoyos. Sobre todo, con Bildu, una formación heredera de Batasuna pero en la que también conviven otras sensibilidades, cuyo concurso ha provocado malestar en importantes barones del PSOE. Pero en la Moncloa argumentan que la polémica es "artificial", porque todo lo pactado con los aberzales tiene justificación y había que buscar "cuantos más apoyos mejor". En el fondo, el partido apenas tiene peso en las decisiones del Gobierno. Desde que ganó las primarias a Susana Díaz, y aún más a raíz de su llegada al Ejecutivo, Sánchez no tiene ningún contrapoder interno. Sus colaboradores, al mismo tiempo, otorgan escasa importancia al protagonismo que se arroga Iglesias estos días. Subrayan que una iniciativa tan importante como los Presupuestos siempre la acaba capitalizando el presidente, al que las encuestas continúan colocando en un clarísimo primer lugar, y añaden que en el futuro, para iniciativas concretas, como el nuevo régimen de los trabajadores autónomos, volverán a buscar a Ciudadanos.

De momento, sin embargo, han quedado atrás los tiempos en los que los liberales pactaban las prórrogas del estado de alarma y Sánchez elogiaba su "responsabilidad". Ahora los naranjas apelan al electorado tradicional del PSOE crítico con el entendimiento con Bildu y ERC. "Hay muchos votantes socialistas que hoy se sienten huérfanos", dijo Inés Arrimadas durante el debate.

La derecha y la extrema derecha, mientras tanto, se dedicaron a pelearse entre sí. Otro punto a favor del Gobierno, pese a que el miedo de Pablo Casado a Santiago Abascal, según los socialistas, dificulta el pacto con el PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Macarena Olona, de Vox, llegó a acusar desde la tribuna a los conservadores de "blanquear a ETA" y ser "cómplices" del "cambio de régimen", al votar en contra de la reciente moción de censura presentada por la formación ultra.

La coalición del PSOE y Podemos empieza este miércoles una nueva vida. Abrimos una nueva etapa, dijo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. "Hay Gobierno para muchos años", señaló la portavoz socialista, Adriana Lastra. Pero en la reciente política española no hay que dar nada por seguro. A finales de mayo del 2018, Rajoy aprobó sus Presupuestos. La legislatura parecía ir para largo. Pocos días después, el entonces líder del PP abandonaba la Moncloa, censurado por Sánchez. Aun así, nada en el horizonte hace vislumbrar, ni de lejos, un vuelco similar.