En la Moncloa no quieren pronunciar la palabra optimismo, pero destilan cierta esperanza de que, a última hora y a pesar de las dificultades, conseguirán cerrar el encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra. Cuando el presidente del Gobierno llegue a Barcelona para presidir el Consejo de Ministros que se celebrará en la capital catalana el 21 de diciembre, irá con el trámite de los Presupuestos encauzado y con la expectativa de que los partidos independentistas le permitan respirar un poco al desestimar la presentación de enmiendas a la totalidad de las cuentas públicas. Para poder llegar a la cita con los deberes hechos y reforzar la presión sobre el president, el Ejecutivo central aprobó ayer, de nuevo, los objetivos de déficit que embridan esos Presupuestos. Si se pisa el acelerador, el Congreso podría llevarlos al último pleno antes de las fiestas navideñas, el del 18 al 20 de diciembre. Será la segunda vez que se someta a votación el mismo proyecto. En julio Sánchez se llevó su primer fracaso como presidente cuando los aliados que un mes antes le habían apoyado en la moción de censura le dejaron en la estacada.

PRIMER FRACASO

La senda de déficit suspendió el examen parlamentario cuando Unidos Podemos decidió abstenerse y arrastró en efecto dominó al resto de aliados necesarios (ERC, PDECat y Compromís), puesto que sus apoyos hubieran salido gratis frente al rechazo de PP, Ciudadanos, Coalición Canaria, UPN y Bildu.

Los entonces socios de Sánchez apostaron al maximalismo. La ministra de Economía, Nadia Calviño, había amarrado en Bruselas el permiso para elevar el déficit público al 1,8% en el 2019 , frente a las previsiones del 1,3% que dejó Mariano Rajoy, lo que implicaba 6.000 millones de euros más de margen y evitaba un ajuste de 11.000 millones de euros el año que viene. Para sorpresa y enfado del Gobierno, la senda de déficit fue rechazada.

En dos semanas, este mismo proyecto vuelve al Congreso sin que el Gobierno le haya tocado una coma. La situación política, sin embargo, sí ha cambiado, con los resultados en Andalucía y la entrada de Vox en las instituciones. Con esta presión, los grupos deberán volver a votar la senda de déficit y retratarse. El resultado en sí mismo no es trascendente: el Senado sigue teniendo la capacidad de supervisar el objetivo que apruebe el Congreso porque la pinza PP-Cs ha impedido al Gobierno tramitar por vía de urgencia una reforma de ley de estabilidad para levantar esa capacidad de bloqueo.

La votación es sustantiva porque obliga a los partidos a revisarse y Sánchez medirá hasta dónde asusta Vox. Si no supera la votación, la Cámara baja previsiblemente tumbará el objetivo del 1,8% y por ello la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ya tiene las cuentas preparadas con la senda del 1,3% que dejó Rajoy.

NO TIRAR LA TOALLA

En todo caso, con 6.000 millones de gasto para las administraciones públicas más o menos, Sánchez llegará a Barcelona con las cuentas públicas que la realidad le permite bajo el brazo. Y espera poder discutirlas con Torra. Hasta ahora, el Govern ha respondido con frialdad a la iniciativa del presidente y ha reclamado un formato de cumbre entre dos estados, algo a lo que la Moncloa se niega. Aún así, el Ejecutivo confía en poder cerrar la cita en el último instante. Fuentes gubernamentales aseguran que no han «tirado la toalla» y dejan la puerta abierta a que Sánchez se pueda desplazar a Barcelona antes del Consejo de Ministros.

La cita cobra especial significación porque llegaría justo antes del primer trámite parlamentario que determinará tanto el futuro de los Presupuestos como el de Sánchez. Si ERC no presenta enmienda a la totalidad (el PDECat ya ha dicho que no lo hará) el presidente tendrá un mes de oxígeno político. Si los independentistas torpedean el primer paso del Presupuesto, la convocatoria de las generales se precipitaría en pleno auge de Vox.