Vox ha reunido a su Ejecutiva para analizar lo sucedido el 26-M y, sobre todo, para decidir cuánto va a condicionar los pactos territoriales que puede alcanzar junto a PP y Cs a fin de evitar que la izquierda gobierne. Sus declaraciones en campaña y las realizadas nada más conocerse el escrutinio hacían pensar que mantendrían inamovibles sus exigencias de máximos. Para sumar con populares y naranjas, avisaban entonces, exigirían negociar de tú a tú y sin paños calientes con ambas organizaciones y también sillones en los gobiernos. Consejerías y concejalías. Eso, según argumentaban, era lo comprometido con sus votantes y decepcionarles no era una opción.

Pero el panorama está cambiando en torno a los posibles acuerdos. El discurso de los voxistas, aunque se empeñen en disimularlo, también. Han perdido severidad. De la demanda de cargos en las administraciones están pasando a reclamar reuniones con los de Pablo Casado y Albert Rivera de las que quede constancia pública. Sin humillaciones ni ninguneos, advierten, mirando de reojo a los de Ciudadanos. Quieren compromisos y fotografías para su álbum histórico, pero el jefe de los liberales no se muestra dispuesto de complacer a Santiago Abascal. Al menos, de momento. Sabe además Rivera que en Europa, le siguen de cerca y por este asunto.

A eso hay que sumar que el PSOE y Mas Madrid, junto a dirigentes como Manuel Valls en Barcelona, están agitando el tablero para evitar que los independentistas tengan poder en Barcelona o los ultras en otros territorios. Y se dicen dispuestos a hacer sacrificios transversales que colocan a dirigentes como los naranjas en una situación inédita: pueden elegir a derecha o a izquierda sabiendo que ellos siempre ganan. Ese empoderamiento sobrevenido e inesperado escuece a Vox, que no quería conformarse con extender la fórmula de gobierno a la andaluza (PP y Cs repartiéndose las consejerías y la ultraderecha dando apoyo desde fuera) por otros puntos de España.

Con el debate abierto internamente sobre cómo reaccionar en esta coyuntura, Vox mantiene apariencias en lo discursivo, pero introduce ya matices más que llamativos. «Primero nos tendremos que sentar [con Cs, que se niega] y después habrá que ver caso por caso», respondió este jueves el portavoz ultra, Iván Espinosa de los Monteros, cuando se le planteó si tener sillones sigue siendo línea roja. La foto, seguro, para el álbum. Los cargos... ya se verá. Dependerá de Rivera, con la sartén por el mango en estos momentos. Eso sí, los de Abascal advirten que si no se les respeta en este juego dejarán paso a la izquierda y, cuando sus posibles socios aprendan la lección, ya irán a buscarlos para impulsar mociones de censura.... o no.