Nadie se atrevía a romper el hielo. "¿Creéis que todos tenemos sentimientos?", les preguntó uno de los psicólogos tras darles las buenas tardes. Es media tarde del viernes, 19 de marzo, en el parque octavo de los bomberos de Madrid, en la calle Imperial, en el corazón de la ciudad, tras la Plaza Mayor.

La pregunta, en principio sencilla, se torna tremendamente compleja cuando quienes deben hablar de sus sensaciones son una veintena de bomberos de los primeros en llegar a los distintos puntos de la masacre del 11-M.

Como si de una consulta médica se tratase, las puertas se cerraron para garantizar la confidencialidad de las respuestas. Solo se abrieron para que alguno cogiera un bolígrafo con el que rellenar el formulario que acababan de darle.

El formulario

"¿Te sientes culpable porque a ti no te ha pasado nada?", "¿te sientes como si estuvieras separado de tu cuerpo?" o "¿sientes que lo que ha pasado es irreal?". Son tres de las 22 preguntas de las que consta el formulario para detectar los síntomas del estrés agudo que puede surgir tras la vivencia de un suceso traumático. El equipo de tres psicólogos del Samur, el servicio de asistencia sanitaria municipal, tiene que estar en hora y media en otro de los 12 parques de bomberos de Madrid.

"A mí me interesa oírlos", dijo Fernando Munilla, oficial de bomberos de 40 años, en cuanto le avisaron de que habían llegado los psicólogos. El oficial, saliente de la noche de guardia la mañana de los atentados, acababa en ese momento de relatar su experiencia. Lloró al recordar cómo el 11 de marzo llegó a su casa, abrazó a su mujer, que no hizo preguntas, y a sus hijos.

"A los mejores psicólogos los tengo en casa", dijo para asegurar que Madrid ha recuperado la normalidad "sólo de forma aparente". "Yo, personalmente, a nueve días de los atentados no he cerrado el capítulo", añadió este arquitecto que es bombero desde hace seis años. A su lado, el subinspector José Luis Sanz, de 46 años, tiene 18 años de experiencia, pero nunca había trabajado en una desgracia de tamaña envergadura. Vive cerca de la calle de Téllez, muy cerca de una de las explosiones, y llegó en un momento.

"Creo que para olvidar hay que recordar durante un tiempo", decía para asegurar que, desde hace una semana, casi no hay sucesos en Madrid. "La ciudad está asustada", reflexionaba, para añadir: "Hemos hecho salidas por pequeños incendios en casas provocados por velas encendidas en recuerdo de las víctimas del atentado". Recién llegado de un servicio, Angel Ramírez, de 49 años, aseguraba que se encontraba mejor el día del atentado que ahora.