¿Quién será el próximo presidente del PP valenciano y en qué medida le hipotecará la sombra de Zaplana? Esta es la pregunta en todos los conciliábulos políticos valencianos tras la renuncia a la presidencia de la formación hecha pública el martes por Eduardo Zaplana. Un adiós que tiene más de parcial que de absoluto, como evidencia el comunicado del ministro de Trabajo en funciones: "Mi decisión de renunciar a la presidencia del partido no me desvincula para nada, por supuesto, del trabajo que tenemos que seguir haciendo desde el PP de la Comunidad Valenciana".

Lo que omite Zaplana en esta carta es quién le sucederá. Por lógica, Francisco Camps (presidente de la Generalitat y secretario general del PP valenciano) debería ser el elegido. Pero las luchas intestinas y rencillas personales que mantienen campistas y zaplanistas por el control real del PP difuminan esta posibilidad.

Como señalan fuentes cercanas a Camps, las grietas no se han hecho visibles hasta la derrota electoral: "Las peleas entre familias se dan cuando el partido fracasa, no cuando gobierna y con mayoría absoluta".

La alternativa es que un dirigente afín a Zaplana presente su candidatura el día 20. El nombre que más suena es el de José Joaquín Ripoll, presidente de la Diputación de Alicante.

De consumarse la designación de Ripoll, Camps quedaría en una posición muy delicada. Según estas mismas fuentes, "alejarse de la presidencia no sólo supondría un revés para su debilitado liderazgo, también un descrédito de su gestión y una pérdida de credibilidad". Por eso, todo indica que campistas y zaplanistas buscarán un acuerdo. Fuentes de ambas facciones apuntan en la misma dirección: "Camps será el presidente, pero el poder real seguirá en manos del zaplanismo".