"En estos momentos, la verdad es que no soy nada". Más que un lamento, esta frase, repetidamente pronunciada por Mariano Rajoy en los últimos meses, refleja la espinosa situación política que está atravesando. Sobre todo, en el seno del Partido Popular.

La abultada herencia que le legó José María Aznar al elegirle como sucesor menguó tanto en apenas cuatro días, del 11 al 14 de marzo, que ha dejado a Rajoy a un paso de la indigencia. Y, lo que es peor, con un partido amoldado al implacable estilo de Aznar --tan diferente a su talante moderado-- y plagado de dirigentes territoriales demasiado resabiados para someterse dócilmente a sus designios.

El secretario general del PP afronta los preparativos del congreso que en octubre le encumbrará a la presidencia con un entorno hostil. El Gobierno del PSOE se ha apresurado a saldar cuentas con el pasado del PP --la comisión del 11-M, el caso Yak, el déficit oculto...-- para cortarle la retirada. Si ya le resultaba difícil auparse en los éxitos económicos del PP para articular un nuevo proyecto, el juicio sumarísimo a la gestión de Aznar puede dejar a Rajoy huérfano de bagaje político.

Aznar, "sin complejos"

El otro gran lastre que le pesa como una losa es la figura de José María Aznar, que aunque no ejerce como presidente del PP --ni siquiera acude a las citas de la dirección--, sí lo hace como expresidente del Gobierno. Mientras Rajoy intenta imprimir un suave viraje hacia el centrismo que el PP abandonó al lograr la mayoría absoluta, Aznar se aferra a su estrategia de siempre --la derecha "sin complejos", según el término que él mismo acuñó-- y no duda en contradecir en público los postulados de su sucesor.

Otro foco de presión para Rajoy es el del poder territorial del PP. Como aprendió el PSOE durante sus ocho atribulados años en la oposición, el líder de un partido sólo logra imponer sus criterios a los dirigentes autonómicos cuando además preside el Gobierno. Si no, las órdenes que dicta se tornan súplicas. Tres presidentes autonómicos del PP, la madrileña Esperanza Aguirre, el balear Jaume Matas y el valenciano Francisco Camps, han creado ya un lobi interno con el ampuloso nombre del eje de la prosperidad. El lunes pidieron para Rajoy "manos libres" a la hora de confeccionar la nueva dirección, mientras Eduardo Zaplana y Alberto Ruiz-Gallardón andan reclamando sendas vicesecretarías.

Como el derrotado Simón Bolívar, el antihéroe novelado por Gabriel García Márquez en El general en su laberinto, el sucesor rememora su pasado y se prepara para librar su última batalla: las de las siguientes elecciones generales. Sólo cuatro meses después del 14-M, Mariano Rajoy ha tomado conciencia --así lo confiesa en privado-- de que el Partido Popular no le perdonará otra derrota electoral.