Hay gestos que valen más que mil palabras. El magistrado Joan Cremades Morant acudía a comprar libros quemados cada vez que se enteraba de que la librería Lagun (Amigo, en euskera), la más atacada de Europa, había sido devastada por la kale borroka.

Joan Cremades, valenciano de 55 años, no era un cliente cualquiera. Por entonces, entre 1990 y 1997, era el presidente de la Audiencia de San Sebastián y miembro de Jueces para la Democracia. La librería tampoco era una cualquiera, era la de la socialista María Teresa Castells, esposa del socialista José Ramón Recalde, catedrático de Derecho y exconsejero de Educación y de Justicia del Gobierno vasco en los años 80 y 90.

Cremades estuvo a punto de perder a su amigo Recalde, que sobrevivió milagrosamente a una bala alojada en su cabeza que le disparó una terrorista de ETA el 14 de septiembre del 2000, apostada en la puerta de su domicilio, en el monte Igueldo de San Sebastián.

Le disparó en la cabeza, pero la impericia y el calibre del revólver le salvaron. Sobrevivió y escribió sus memorias, Fe de vida.

Una larga lista de pérdidas

"Cuando me lo dijeron, casi me muero del susto. Hacía unos meses que me habían destinado a la Audiencia de Barcelona. No podía entenderlo. José Ramón es un socialista de lujo, que reúne ética, estética y sentido del humor", rememora emocionado Cremades.

De su cuadrilla de Donostia, tan sólo quedan Recalde y él mismo. El magistrado repasa la lista de amigos asesinados por la banda terrorista ETA. Recuerda a Juan María Jáuregui, de 49 años, exgobernador civil, cosido a balazos el 29 de julio del 2000 en el café del frontón Beotibar de Tolosa; a Fernando Múgica, abogado y también socialista, asesinado a la salida de su despacho en San Sebastián, el 6 de febrero de 1996; a Enrique Nieto, jefe de la brigada de Investigación de la Policía Nacional, que murió el 19 de octubre de 1995 por las heridas de bala sufridas el 8 de junio; a Alfonso Morcillo, jefe de policía de San Sebastián, muerto el 15 de diciembre de 1994 a 25 kilómetros de la frontera francesa; y al Tigre Santamaría, exjugador de la Real y dueño de la discoteca Ku de Ibiza, al recibir un disparo en la nuca mientras cenaba el 19 de enero de 1993 en una sociedad gastronómica de San Sebastián.

"Todos las muertes me han dolido muchísimo. Pero la de Jáuregui me impactó especialmente. Juan María era un buen vasco, un pelotari. Todavía recuerdo cuando él y su mujer, Maixabel Lasa, cantaban en las cenas el Txoria Txori, que es canto a la libertad". Se trata de una canción en euskera de Mikel Laboa, un mito de la música vasca: Si las alas le hubiera cortado / sería mío / no hubiera huido./ Pero así/ no volvería a ser pájaro / Y yo amaba el pájaro, y yo, y yo, amaba el pájaro.

Juan María era un amigo, un compañero de la tertulia del Gabiria, en cuyo sótano se reunían todos los lunes, mientras, en la primera planta, los escoltas charlaban de sus cosas. "Sólo estaba prohibido hablar de lo habitual. Era como una terapia inconsciente. Era como decir nadie va a impedir que hablemos de lo que queramos".

Plazo fijo

Sólo por conocer a esas personas, Cremades afirma que merecía haber aceptado en 1990 la petición del Consejo General del Poder Judicial. Él también pasó lo suyo con la instrucción de la causa contra Mikel Otegi, absuelto por un jurado tras matar a dos ertzainas o los atentados en la autovía de Leitzaran. "Puse una condición, que fuese sólo por cinco años. Creo que actué con respeto a tres principios: la legalidad, la independencia y la responsabilidad en la aplicación de la ley. Recibí algunas críticas, pero la toga está hecha de material resbaladizo. Unos decían que iba contra los aberzales y otros, que las sentencias no eran ejemplares", recuerda.

El magistrado se muestra hoy esperanzado con el alto el fuego. "Estamos mejor que ayer", dice que diría cualquier vasco. Y agrega: "ETA tendría que hacer como hicieron los poli-milis, que crearon Euskadiko Ezkerra, y pusieron al frente a su abogado, Juan Mari Bandrés. Además se ha pasado del presoak kalera (presos a la calle) al presoak Euskadira (presos a Euskadi), que es una petición razonable, porque no debe castigarse a las familias".

El camino hacia la paz

"Hay que abordar este asunto con serenidad. Hacerlo sin que las víctimas tengan sensación de que ha habido impunidad, y es lógico que exijan el arrepentimiento, la reparación del daño y el perdón. Hay que pensar que 817 muertos en 18 años son muchos, pero también que llevamos tres sin muertos. Confiemos en que los políticos administren bien la esperanza". Cremades es un txori al que nadie ha podido cortar las alas.