No se habían visto en otra. Jugadores, técnicos, directivos y aficionados se mezclaron en la calle Padre Damián, adonde la policía escoltó a los futbolistas en traje de faena para que aguardaran allí el desenlace de los hechos. Mientras les proporcionaban ropa de abrigo, los futbolistas quedaron concentrados justo enfrente de la entrada al palco de honor del estadio Santiago Bernabéu. Todo de desarrolló tan controlada y ordenadamente como en el resto de accesos al estadio, en los que no se registró la más mínima avalancha.

Fue la nota positiva después de la manera más absurda de acabar un partido. Las miradas de unos y otros delataban el miedo vivido. "Esto es muy fuerte. Me lo dicen y no me lo creo. No se entiende. Hemos tenido que salir a escape. Nos hemos llevado un susto de muerte. Es una vergüenza que se mezcle política y deporte", decía en la acera Iván Helguera, uno de los centrales del Madrid. Su compañero Pavón sufría minutos después una crisis nerviosa y era consolado por futbolistas de la Real Sociedad, tan impresionados como él por la insólita situación que vivían.

"No me lo creo. Es una pena que en el fútbol ocurran cosas como ésta. El deporte tiene que ser sólo para divertirse. Lo de menos ahora es que el partido esté empatado o no. Ya se jugará otro día con más tranquilidad. Lo importante es que no le pase nada a nadie", declaró Roberto Carlos, que no paraba de mirar a un lado y a otro, preocupado por la suerte de los aficionados.

Congoja y confusión

A unos metros, Florentino Pérez, el presidente del Madrid, acompañado por su inseparable Manuel Redondo, director de Gabinete, conversaba con el árbitro, Vicente José Lizondo Cortés. El colegiado no quiso hacer declaraciones y el dirigente emplazó a los periodistas para más tarde, cuando tuviese más información. A esas horas, poco después de las nueve de la noche, agentes de la fuerza de intervención rápida procedían a entrar en el aparcamiento público situado bajo el centro comercial Esquina del Bernabéu para llevar a cabo una minuciosa inspección.

José María Amorrortu, el entrenador de la Real, contemplaba los movimientos policiales con congoja. "Ha habido una gran confusión. Me ha entrado un escalofrío tremendo cuando me he enterado de lo que pasaba. Son situaciones que no esperas, y no sabes cómo reaccionar. No tienes ni tiempo para pensar. Inmediatamente salimos del campo", dijo el técnico vasco con sus jugadores ya en el autocar de la expedición donostiarra.

Vuelta al vestuario

El mismo vehículo desde el que tuvieron que aguantar como una veintena de individuos con bufandas del Madrid les increpaban con gritos contra ETA y el País Vasco cuando emprendían viaje de vuelta hacia San Sebastián, pasadas las 22.30 horas. Duchados y vestidos de calle, porque la policía les había permitido a las 21.19 volver a entrar al Bernabéu para cambiarse y recoger sus pertenencias.

También pudieron volver al recinto directivos y autoridades. Florentino Pérez permaneció allí hasta las 23.00 horas y a su salida expresó su satisfacción por el desalojo. "Ha sido el susto y luego la preocupación de que no pasara nada en la salida. El plan de evacuación estaba estudiado y ha sido muy bueno. Lo ha facilitado que no hubiera vallas y la gente pudiera saltar al césped sin problemas", explicó el dirigente blanco, que felicitó a las fuerzas del orden y a los aficionados: "No sólo no se han puesto nerviosos sino que han hecho las cosas como les han dicho, con tranquilidad".

El presidente del Barcelona, Joan Laporta, envió un mensaje de solidaridad a su colega madridista para mostrarle su apoyo después de la gran tensión que provocó la amenaza de bomba. Algo más que un sobresalto para las decenas de miles de personas que supieron mantener la calma en unos momentos tan difíciles. "Salimos con mucho nerviosismo, pero sin problemas. Comprendimos enseguida que algo grave pasaba, pero gracias a Dios todo ha funcionado a la perfección", dijo a Efe Gonzalo Gregori, un miembro de una peña madridista de Lepe (Huelva).