"Livia se despertó a las siete y a las siete y diez cogió el tren de Coslada para ir a Madrid a cuidar a dos niños. Luego vi la tele y pensé lo peor. Ella no tenía ninguna culpa. Tenía sus sueños. Iba a casarse con un chico español y quedarse a vivir aquí. Me siento querida y soy feliz, nos decía, y nosotros le respondimos que hiciera lo que quisiera. Pero murió".

La historia de Livia Bogdan, una joven de 27 años, contada entre sollozos por su madre era una de las muchas que podían escucharse ayer en la base aérea de Torrejón, donde el Gobierno rumano organizó un funeral ortodoxo de despedida para diez de sus víctimas.

Livia tenía una hermana gemela, Helena, que lloraba junto a la madre. Helena sabe que su vida "nunca volverá ser la misma" porque siempre "estuvieron muy unidas". Las dos vestidas de riguroso luto escucharon junto a sus compatriotas la misa cantada por los sacerdotes de las iglesias ortodoxas de Madrid y Alcalá.

Los once cadáveres --a última hora se añadió un rumano fallecido en un accidente de tráfico en Toledo--, viajaron a Rumanía en dos aviones Antonov 26 acompañados por unos cincuenta de familiares. Los féretros estaban perfectamente alineados en la pista del aeródromo militar, enmedio de los dos aparatos, y con una bandera con un crespón negro en el centro. Todos debían partir luego desde Bucarest hasta los pueblos más pobres.

Todas las historias escuchadas en la fúnebre despedida tienen el mismo denominador común. Son gente que buscaban la esperanza y encontraron la muerte: un padre que mantenía a ocho hijos, una madre que trabajaba por su familia para mantener sus padres ancianos y a un hijo que se quedaron en Rumanía o una hija que era el único apoyo de la familia.

"La gran mayoría de los rumanos vienen a trabajar aquí con la voluntad de regresar. Eso explica también que quieran enterrar a sus muertos donde tienen sus raíces", explicaba el cónsul rumano.

¿Porqué ha sido la nacionalidad más golpeada, después de la española? No van más rumanos en esos trenes que ecuatorianos o colombianos, pero, según fuentes de la embajada, al igual que les gusta regresar a su tierra, también les gusta viajar en grupo. En cada estación se juntaban y subían al mismo vagón. La casualidad. La mala suerte quiso que el 11-M llenaran uno de los vagones de la muerte.

Hasta ahora se han identificado 14 cadáveres de rumanos y quedan otros tres desaparecidos de esta nacionalidad. La noticia ha impactado con tanta fuerza en el país que, además, de las indemnizaciones y otras medidas que ha tocado el Gobierno español los rumanos recibirán de su país de origen una compensación de equivalente a unos 7.500 euros. Una cantidad que podría parecer ridícula en España pero que en Rumanía, con un salario medio de 140 euros al mes es una fortuna.

Durante la ceremonia de ayer, todos se mostraron muy enteros y agradecieron al presencia del ministro de Trabajo de su país, Marian Subaru, y el mensaje de condolencia transmitido por el Rey Juan Carlos a través del jefe de la base aérea de Torrejón.

La emoción se desbordó entre los pocos familiares que se quedaron. Los que se fueron, contuvieron las lágrimas. Como diría Helena, la hermana de Livia Bogdan, lo peor llegará cuando "volvamos a España y encontremos su cama vacía".