Pedro Sánchez y Albert Rivera apenas han cruzado palabras de cortesía en esta etapa política que ya agoniza. Su relación es mala y enconada desde hace años. La actitud «absolutamente electoralista» del jefe de Ciudadanos mientras Mariano Rajoy y el secretario general del PSOE ultimaban el 155 empeoró el ambiente, señalan fuentes socialistas. Las decisión de los naranjas de no respaldar la moción de censura que terminó con el Ejecutivo popular y el cruce de acusaciones que, en aquellos días de verano de 2018, se lanzaron Rivera y Sánchez por la falta de entendimiento tampoco ayudó: el primero se quejaba de que no le llamaban y el líder del PSOE decía que lo había intentado sin éxito y le remitían a un segundo espada, José Manuel Villegas.

El paso de los meses ha aumentado la distancia entre ambos. Y la tensión. Y las discrepancias, especialmente en lo que a Cataluña y el modo de abordar su crisis atañe. Los del puño y la rosa apuntan a una «derechización» de Cs, que ha terminado pactando con los populares en Andalucía y haciéndose fotos con Vox -pese a su antipatía por Santiago Abascal- en una reciente manifestación en Madrid.

"CHOLLO" PARA CATALUÑA

Los naranjas, por su lado, acusan a Sánchez de haber sido «un chollo» para los independentistas y al PSOE de habérselo permitido, advirtiendo que para ellos esa es una línea roja inamovible. Con ese argumento, este lunes Ciudadanos solemnizaba su veto a los socialistas aprobándolo por unanimidad en una reunión de su Ejecutiva y comprometiéndose a que, si de ellos depende, Sánchez no seguirá viviendo en Moncloa. Por mucho que parta como favorito en las encuestas.

¿Cumplirá Rivera un compromiso certificado a dos meses de la cita con las urnas?. En noviembre y diciembre de 2015 se hinchó a prometer que no pactaría ni con Sánchez ni con Rajoy. Terminó haciéndolo con los dos. Primero con el socialista, cuando optó a una investidura porque el líder del PP renunció a su oportunidad por falta de apoyos. Llegaron a firmar un acuerdo de 150 puntos que, eso sí, terminó en la papelera ante la escasez de avales parlamentarios para hacerlo realidad. Hubo que repetir elecciones en junio de 2016 (posibilidad que tampoco es descartable en meses venideros dado el panorama que dibujan los sondeos). Rajoy volvió a salir triunfante de las urnas, pero sin mayoría, y recurrió a Ciudadanos, el partido que hasta entonces había proclamado que jamás haría presidente al responsable de un partido ‘corrupto’. Pues vaya si lo hizo.

SÁNCHEZ ABRE TODAS LAS PUERTAS

El PSOE por el momento se defiende de los vetos que le tiran a la cara, pero sin aspavientos. Sabe que durante la campaña está obligado a robar voto a Ciudadanos si quiere crecer por el centro, pero sin dejar heridas de gravedad en el proceso. No quiere cerrarse puertas con nadie frente al 28 de abril. En este contexto se subraya que se aspira a un gobierno «monocolor», con suficiente fuerza como para practicar la geometría variable en el Parlamento y pactar según qué cosa con según qué partido. «No me cierro a entenderme con Ciudadanos, con Podemos o con el PP», dijo Sánchez en una entrevista en TVE, después de tampoco descartar reeditar ciertar alianzas con independentistas. La estrategia es sin duda la menos comprometida, aunque también la más alejada de una realidad donde todos los grupos ansían tocar poder. Eso si la noche del 28-A no suman las tres derechas, claro.

Con respecto a la amenaza de veto de Cs, en el cuartel de Ferraz hay conciencia de que las próximas elecciones generales y sus derivadas serán difícilmente disociables de las autonómicas y locales de mayo, donde algunos barones socialistas cuentan con poder acercarse a los naranjas para renovar sus mandatos. De hecho, la Mesa del Congreso se negociará en plena campaña de las municipales, para rizar más el rizo político.

Los de Rivera, a priori, no le hacen ascos a esos potenciales acuerdos regionales con los aspirantes más conservadores del PSOE, aunque sueñan con negociarlos al margen de Pedro Sánchez, quien avisa que vetar a su formación es vetar también a sus votantes.

La fuerza que tenga el líder socialista para presentar potenciales y futuros acuerdos como un todo o dar un paso al lado dependerá de su resultado en los comicios del 28-A. Por si acaso, Cs insistía ayer en que su no al PSOE es para las generales. El resto de los posibles acuerdos locales, ya se verá.