Las primeras espadas de Vox desembarcaron ayer en la capital catalana para dar el pistoletazo de salida a la «reconquista», pero el copioso escuadrón al que aspiraban quedó reducido a unas 5.000 personas, según la Guardia Urbana. A sus ojos fueron 15.000, pero ni con esa cifra hubieran llenado el Palau Sant Jordi, lugar en el que pretendían celebrar su primer mitin de precampaña en Barcelona.

Santiago Abascal se estrenó en la tarima con un ataque a la alcaldesa Ada Colau por no habérselo permitido: «La mafia separatista municipal ha querido sacarnos a la calle para dejarnos a merced de los territoristas de Arran», entonó, en alusión a la contramanifestación independentista y antifascista que desfilaba por los aledaños de la plaza España para protestar por su presencia. Una marcha que se zanjó con siete detenidos y varios heridos tras distintos altercados con los Mossos d’Esquadra, que blindaron los accesos a la zona del acto. Los concentrados lanzaron objetos como huevos o piedras y utilizó material de obra de las calles aledañas para formar una barricada. Ya por la tarde, se celebró una manifestación en la capital catalana convocada por la plataforma Unidad contra el Fascismo y el Racismo, bajo el lema STOP Vox.

Repulsa de Colau

También mostró su repulsa a Vox la propia alcaldesa, en un evento con el título «El amor vence al odio», y uno de sus adversarios en las urnas, Jaume Collboni (PSC), puso a circular un autobús con imagenes de personas LGTBI.

Con un tono envalentonado y un forzado acento épico y patriótico, Abascal presentó pese a todo su ya conocida receta para Catalunya: «impulsar a través de la fiscalía la detención de Quim Torra», «ilegalizar los partidos separatistas», «suspender la autonomía e intervenir la Generalitat», «cerrar TV-3» y «disolver los Mossos d’Esquadra, no sin antes rescatar a los leales y permitir su acceso al cuerpo nacional de policía».

El presidente de Vox se erigió como líder de «la revuelta del sentido común, de la rebelión de lo obvio, frente a la dictadura progre y separatista que nos viene oprimiendo desde hace 40 años», mientras un manifestante ondeaba una bandera con el escudo de los Reyes Católicos.

Ante un público fiel y entregado, cargó duramente contra el PSOE, el PP y Cs por «mirar a España con desprecio durante el golpe», de «temblarles la pierna» y de «entregarle el poder a los enemigos de España». «Ni se discute, ni se dialoga, ni se negocia. España se defiende hasta las ultimas consecuencias», dijo Abascal.

Presentado como «la tormenta», el secretario general y líder de la acusación particular contra los dirigentes del procés, Javier Ortega Smith, levantó los gritos de «Puigdemont a prisión». «Claro que sí, y Quim Torra también», añadió. Pronunció un discurso en defensa de la Policía Nacional y la Guardia Civil por haber «defendido a España del golpe de Estado» y sostuvo que los independentistas «pasarán mucho años en la cárcel».

Una canción de Juanes

El candidato por Barcelona, Ignacio Garriga, dijo que en Cataluña se «señala como en la Alemania nazi» y sostuvo que «al que cumple la ley, se le persigue, y al que vulnera derechos se le protege y en Madrid se le quiere indultar».

El partido animó el evento con El novio de la muerte, canción interpretada en episodios solemnes por la Legión, y con una versión de Juanes. El cantante colombiano denunció su uso en Twitter.