La llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa ha ejercido un efecto balsámico sobre España. El presidente ha consagrado sus primeros 100 días al frente del Gobierno --que se cumplen hoy-- a administrar la aciaga herencia de su antecesor, José María Aznar, con un desafío primordial: desactivar los graves conflictos y las enconadas tensiones que contribuyeron a desalojar al PP del poder. A juzgar por el nuevo clima político que vive el país, Zapatero se ha vuelto a salir con la suya.

"Los españoles necesitaban un Gobierno que les mirase a la cara y les dijera la verdad". Esta frase de Zapatero ilustra mejor que cualquier otra sus primeros tres meses en la Moncloa. Una aseveración que también se resume en el nuevo concepto de moda: el talante, de significado aún difuso pero que describe al nuevo Gobierno socialista como la antítesis perfecta de los del PP. Frente a la derecha "sin complejos" que comandó Aznar, la izquierda "con talante" encarnada en Zapatero.

LA ´DECONSTRUCCION´ Y es que el principal empeño del presidente ha sido, precisamente, deconstruir la España de trinchera y barricada que Aznar levantó a su alrededor. La España del conmigo o contra mí, crispada a raíz de la huelga general del 2002, la ostentosa boda de la hija del presidente en El Escorial, la crisis del Prestige y la guerra de Irak. La España que, tras la matanza del 11-M en Madrid, se rebeló contra el oscurantismo del Gobierno conservador y acudió masivamente a las urnas para aupar a la izquierda al poder.

Hoy hace exactamente 100 días que Zapatero, fiel a su palabra, cumplió la promesa electoral que presumiblemente más votos le había reportado. Apenas ocho horas después de que su Ejecutivo hubiera tomado posesión, el flamante presidente anunció que había ordenado la retirada de Irak de los 1.300 soldados desplegados por Aznar. No esperó siquiera a que expirara el plazo que él mismo se había fijado en campaña --el 30 de junio-- por temor a que las presiones exteriores, procedentes de EEUU o del terrorismo islamista, pudieran disuadirle de su intención.

Pero sacar a España de la foto de las Azores, donde se declaró unilateralmente la guerra a Irak, no ha sido el único punto de inflexión respecto al Gobierno del PP. Con sólo 164 diputados, Zapatero ha tenido que hacer de la necesidad virtud. Mientras busca una mayor complicidad con Esquerra e IU-ICV, el PSOE ha forjado alianzas de geometría variable para sacar adelante sus planes en el Congreso y en el Senado, donde el PP roza la mayoría absoluta.

EL TRASVASE Y LA EDUCACION Frente a la soledad de Aznar en el ocaso de su mandato, Zapatero ha resucitado el consenso parlamentario y se ha prodigado en las Cortes, hasta el punto de someter a votación --sin que la ley le forzara a hacerlo-- el envío de tropas a Afganistán y Haití. Más ejemplos. El PSOE ha concitado más consenso al suspender el trasvase del Ebro y paralizar la última reforma educativa que el que buscó el PP para aprobar ambas medidas.

Las anunciadas reformas de la Constitución --acotada-- y de los estatutos --a la carta, pero con límites-- han reforzado la cohesión del país y han enterrado la tensión territorial que Aznar desató. Este jueves Zapatero habrá recibido a todos los presidentes autonómicos, a los que reunirá en una cumbre en noviembre.

El presidente ha ofrecido consenso al popular Mariano Rajoy, pero a la vez ha fustigado al PP por los fallos del anterior Gobierno: el caso Yak, el déficit oculto, la onerosa medalla de Aznar y, sobre todo, el 11-M, cuya investigación parlamentaria está laminando a la oposición.