El germen de la exposición de 1908 se engendró en un reducido círculo de personajes pertenecientes a la burguesia zaragozana. Uno de ellos, el empresario emprendedor Basilio Paraíso Lasús, supo diseñar un evento progresista en el que la apuesta por la modernidad primaba sobre los resquicios del pasado. Durante la muestra se encargó de su organización y coordinación, y a él se debe gran parte del éxito alcanzado. Este ilustre representante del movimiento regeneracionista supo poner las bases del desarrollo en la Zaragoza de aquellos años. Sin embargo, Paraíso fue poco amigo de grandes reconocimientos.

El 16 de enero de 1910 se llevó a cabo el último acto oficial de la muestra con la inauguración del monumento hacia su persona en la plaza que desde entonces lleva su nombre. Este homenaje a su figura y obra tuvo lugar dos años después de la finalización de la muestra, ya que el propio Basilio Paraíso rehusó participar en ningún tipo acto y rechazó el nombramiento de Hijo Adoptivo de la ciudad por parte del Ayuntamiento de Zaragoza.