La Expo de Zaragoza ya está en marcha. La ceremonia inaugural dio el pistoletazo de salida a toda la programación lúdica, cultural y científica que se contiene hasta hoy para presentarse a los visitantes cuando, a las 9.30 horas, se abran las puertas al público. Pero en la ciudad hay ganas de muestra internacional y, de hecho, los ciudadanos se aproximaron todo lo que pudieron al recinto para presenciar el espectáculo de luz, sonido y fuegos artificiales, un aperitivo grandioso a 93 días de muestra que solo vivieron de cerca 5.500 afortunados.

A las ocho de la tarde, el público empezó a poblar sus localidades, más de 1.400 invitados en el interior del auditorio del nuevo palacio de congresos y el resto, más de 4.000 personas, en el anfiteatro exterior. La ciudad de Zaragoza, en esos momentos, era el foco de atención de millones de personas que seguirían paso a paso la inauguración a través de la televisión. Era el inicio oficial del evento.

Toda la Familia Real estuvo presente en Zaragoza, donde también se dieron cita el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y su esposa, la vicepresidenta De la Vega, numerosos ministros, los presidentes del Congreso y el Senado, la del Constitucional y numerosas autoridades más como Mariano Rajoy, presidentes de comunidades y alcaldes.

Los Reyes llegaron con 15 minutos de retraso. Pero no importó porque, la otra gran noticia era que, la lluvia había decidido respetar la ceremonia, aunque el cierzo fue protagonista. De hecho, el Rey protagonizó la anécdota de la noche al llegar al interior del Palacio de Congresos totalmente despeinado.

La inauguración nunca recuperó este retraso en el desarrollo de la ceremonia, que siguió con la firma en el Libro de Honor de personalidades como los jefes de Estado de Portugal, México, Andorra y Marruecos además del presidente de la Comisión Europea, Joao Durao Barroso, el único que aligeró su recordatorio en tan ilustre momento, entre otros.

Sin embargo, los discursos institucionales acabaron por hacer insalvable el retraso de la ceremonia hasta los 45 minutos con los que finalizó el acto. Antes, la gala presentada por Belén Rueda puso la nota de color a la apertura inicial, más por los espectáculos que por su conducción, excesivamente encorsetada en un guión que la actriz consultó constantemente de forma explícita.

Pero se impuso la jota, que la sorpresa y cierre al himno de la muestra compuesto por el aragonés Julio Mengod e interpretado para la ocasión por Montserrat Martí. El recuerdo de Barcelona´92 sobrevoló la sala pero el resultado no superó el listón marcado por su madre entonces. La entrada en escena de 50 parejas de joteros puso el toque de emoción necesario y la firma de Aragón.

Antes del cierre apoteósico, la gala hizo un repaso a las Expos que precedieron a Zaragoza en la historia, desde la primera cita en Londres, por 1851, y se dio la bienvenida a los participantes con la aparición en el escenario de un niño que intentaba tocar gotas de agua. Un toque infantil garantiza un alto porcentaje de éxito.

Acto seguido se dio paso al espectáculo El Gozo del Agua, un recorrido por las cuatro estaciones en el que el colorido del vestuario soportaba la mayor carga de significado. El resto se ponía en escena con los movimientos que los bailarines ejecutaron sobre el escenario. El resultado fue muy aplaudido, la antesala perfecta para concluir esta parte de la velada con el himno, una composición íntegramente musical que cerró el acto.

En el exterior, el cóctel ya había comenzado, casi ajeno al desarrollo de la gala y con un programa ya descuadrado para el inicio del colofón final: los fuegos artificiales y los hinchables de Plasticiens Volants, que tomaron la Torre del agua como punto de referencia. Pasadas las once y media de la noche, los invitados ocuparon el espacio situado en la Plaza Expo, entre el emblemático edificio con forma de gota, el palacio de congresos, la escultura El Alma del Ebro, de Jaume Plensa, y los edificios de participantes, para presenciar el espectáculo que cerró la velada inaugural.

Unos veinte minutos de luz, color, música y magia terminaron la jornada. Las criaturas marinas danzaron con el público mientras la pirotecnia y la música convertían el cielo en una contundente explosión sensorial. El recinto quedó finalmente iluminado para dar la bienvenida a la gran fiesta del agua que Zaragoza acogerá durante los próximos tres meses. El evento para el que la ciudad lleva tres años y medio preparándose ya está aquí.