Zaragozana de 41 años y primera comandante en su ciudad, tiene un expediente impresionante. Pasó por la Academia General Militar, estuvo en Aranjuez, en El Vendrell, dirigió el equipo antidroga en Barcelona, en la Europol en La Haya...

—¿Comandante o comandanta?

—Comandante.

—¿Treinta años con mujeres en la Guardia Civil son muchos o pocos?

—Es un derecho que tardó en llegar. En realidad, la mujer estaba incorporada mucho antes al cuerpo, aunque en calidad de matrona. Hacían un servicio parecido al del guardia civil, pero no se le reconocía. Empezaron ayudando a dar a luz a las mujeres en los cuarteles, pero también hacían otras labores burocráticas e incluso de vigilancia de puertas.

—¿Cómo se acepta a la mujer en un cuerpo tradicionalmente masculino?

—Al principio fue duro, pero se ha ido normalizando con los años. Lo estamos haciendo bien porque todos los avances que hay en conciliación familiar no solo son para mujeres.

—¿Cuánto hay que pasar hasta llegar a comandante?

—Mucho. Cuando ingresé yo en la Academia General Militar, la oposición era muy dura, muy exigente físicamente. Después hay que estudiar mucho y estar siempre actualizado.

—¿La veían como a un bicho raro?

—Sí. Pero así lo sentía. A los 15 años ya fui a unas charlas, y eso que no tengo familia en la Guardia Civil.

—¿Lo dice porque es más común llevarlo en los genes?

—Antes las promociones de oficiales eran prácticamente todos hijos del cuerpo, pero ya en mi promoción del 2002 estábamos repartidos al 50%.

—¿Es posible que la Guardia Civil esté ahora un poco más cerca de la gente, que se haya humanizado?

—Nos hemos dado cuenta de que es muy importante darnos a conocer. Lo que ha cambiado es que ahora la gente puede conocer mejor a la Guardia Civil a todos los niveles, percibir que somos cercanos.

—¿Qué ha aportado la mujer al cuerpo?

—Por regla general, somos más empáticas y tenemos más desarrollado el ámbito del trabajo en equipo. De todas maneras, lo importante es aprovechar las cualidades de cada persona sin distinción.

—¿Ya no se sienten raras o señaladas?

—No. Llamamos la atención, sobre todo, a guardias retirados. Ha habido momentos puntuales que se han podido tener sus más y sus menos, pero yo nunca me he sentido incómoda en ningún sitio.

—¿Es un cambio gigante que usted, entre otras, sea comandante?

—Supone un reto, para nosotras y para nuestros superiores.

—¿Concilia responsabilidad y familia?

—Es complicado, pero se puede hacer. Servimos como ejemplo para las guardias que entran ahora. Pueden estudiar, sacar tiempo, tener una familia y ser mujeres completamente realizadas.

—¿El desequilibrio salarial respecto a otros les ha hecho sentir de segunda?

—He estado ocho años destinada en Barcelona y nunca he tenido ese sentimiento, aunque es cierto que los cuerpos policiales deberían cobrar todos más o menos lo mismo.