Sadida Sadat, Shahnaz Roufi y Mursal Wahidi son tres periodistas afganas sin voz. Una ráfaga de tiros se la arrebató. Sus asesinatos reivindicados por Estado Islámico la semana pasada son el ejemplo de la violencia añadida a la que se ven abocadas las mujeres periodistas. Ya sea en Afganistán o en Argentina, pasando por Dinamarca o Estados Unidos, ejercer el periodismo como mujer implica ser blanco de críticas, acoso y ataques. Para la mayoría, las redes sociales son el nuevo escenario de la violencia. “Me han mandado a lavar los platos”, denuncia Julieta Morales, periodista argentina afincada en París.

“Cuando he escrito sobre temas muy controvertidos como la legalización del aborto en Argentina, he recibido muchos comentarios atacándome”, relata Morales, “pero más de una vez han buscado quién firmaba el artículo y me han mandado mensajes privados insultándome”. Según el nuevo informe ‘El periodismo frente al sexismo’ de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Internet es hoy el terreno más peligroso para las mujeres periodistas. En la red tienen lugar la mayoría de los ataques.

Aunque la violencia se ejerce de formas distintas, el mensaje es el mismo: silencio. Para algunas, silencio sepulcral. El asesinato en plena calle de las tres periodistas afganas de entre 20 y 21 años vino precedido hace unos meses por la muerte a tiros de Malalai Maywand, periodista televisiva y representante del Centro Afgano para la Protección de las Mujeres Periodistas. Pero Afganistán no es un caso excepcional. El informe recoge que de los 112 países donde se ha encuestado a periodistas, 40 fueron descritos como peligrosos o muy peligrosos por las profesionales de la información.

Mujer joven, más dudas y acoso

Ni las calles ni las redes son un espacio seguro para las mujeres periodistas, pero tampoco lo acaban de ser las redacciones. Muchas profesionales fueron las primeras en denunciar casos de agresión o acoso sexual en sus lugares de trabajo con la difusión del movimiento #MeToo. El pasado septiembre más de 700 mujeres danesas firmaron una carta para decirle a la periodista Sofie Linde: “Tienes razón, nosotras también lo hemos vivido”. Linde se había atrevido a denunciar la cultura sexista y el acoso sexual en el lugar de trabajo, inspirando una ola de denuncias.

“En muchas ocasiones mis fuentes han intentado ligar conmigo porque como soy mujer, se sienten superiores y se creen con la legitimidad de hacerlo”, reconoce la periodista catalana Carlota Serra Llagostera. Las mujeres periodistas están expuestas a mayor violencia sexista y sexual que sus compañeros varones, denuncia el informe de RSF. Más allá del estrés, la ansiedad y el miedo, este riesgo de género añadido lleva a muchas mujeres a autocensurarse, cambiar de especialidad o renunciar. La agresividad en Internet ha forzado al 43% de las encuestadas a cerrar sus cuentas en las redes.

Christophe Deloire, secretario general de RSF, ha insistido en la urgente necesidad de “defender el periodismo frente a todos los peligros que lo amenazan”. “Es inadmisible que las mujeres periodistas estén sometidas a mayores riesgos y que tengan que defenderse en un frente adicional”, ha añadido. También la edad o, más bien, la percepción de ella juega un rol en el desempeño de su oficio. “En las redacciones, parece que tienes menos que aportar por el hecho de ser joven”, señala Morales. “Me ponen en duda, me desprecian, comentan mi físico, hasta me han hecho recitar mi currículum entero antes de una entrevista”, confiesa Serra Llagostera, de 25 años.

Voces hartas

En el Líbano, por ejemplo, los ataques contra periodistas en la red se han triplicado. “El acoso online, especialmente contra periodistas mujeres, se ha convertido en un arma poderosa”, denuncia Luna Safwan, periodista libanesa independiente, en ‘The National’. Precisamente Safwan fue víctima de una campaña de acoso cuando se atrevió a criticar a la poderosa milicia Hizbulá, con gran influencia en el país mediterráneo.

“Además de estar mal pagadas y con exceso de trabajo, amenazadas, intimidadas y acosadas, las mujeres periodistas en el Líbano enfrentan un riesgo adicional al ser señaladas por la clase política de la secta a la que pertenecen”, apunta. Muchas de ellas ven como los ataques se extienden hacia su familia. Además, como mujer periodista, la violencia sexual supone un riesgo casi exclusivo de su género.

Nouf Abdulaziz al-Jerawi es una periodista saudí encarcelada por denunciar el sistema de tutela masculina en su país. En prisión ha sido víctima de tortura y agresiones sexuales. Ella es solo una de las centenares de mujeres que han dejado de estar detrás de la cámara, el teclado o el micrófono para ponerse delante. Para ser noticia al denunciar una situación que castiga al periodismo privándolo de voces. Voces difíciles de acallar, porque están hartas.