Investigadora, docente, gestora cultural, pero por encima de todo organista, Esther Ciudad (Ejea de los Caballeros, 1973) ha recorrido los principales escenarios nacionales e internacionales y llegó a romper techos de cristal al convertirse en la primera y única organista femenina de La Seo de Zaragoza.

En una entrevista con EFE, lamenta que su trabajo no ha sido valorado como debería por "los que ya estaban" y que ha tenido que esforzarse "muchísimo más" que otros compañeros. Su antídoto: más estudio, más esfuerzo y más disciplina.

No como "vendetta", sino porque cree firmemente que esa es la mejor respuesta.

- Mujer y organista. Usted es una pionera.

- La verdad que cuando empecé era una cosa como poco inusual.

- ¿En qué momento una niña se decide por el órgano en lugar de por un piano, un violín o un clarinete?

- Mi madre cuidaba la iglesia y ese entorno me hacía vivir la música de órgano muy intensamente. Y después tuve una relación muy intensa con Francia, con una ciudad que se llama Les Sables d'Olonne y el abuelo de mi amiga era organista. Aquel momento de mi adolescencia me marcó profundamente para continuar. Vi que el órgano era el instrumento de mi vida.

- En ese momento, ¿le llegaron a desincentivar? ¿le llegaron a decir que dónde se metía?

- Sí, mi madre se mostró muy cautelosa. Pero mi abuela, que era mucho mayor, de una generación muy dura, siempre me animó y me motivó muchísimo.

- Se convirtió en la primera y única mujer organista de La Seo de Zaragoza. ¿Es este el logro del que más orgullosa se siente?

- No, porque creo que el entorno no supo apreciarlo. Fue un momento muy importante para mi formación, trabajé muchísimo, aprendí muchísimo y la salida de ese trabajo me hizo ver que todavía tenía que estudiar más, que tenía que demostrar todavía mucho más de lo que estaban demostrando los que allí estaban. Eso es lo que me marcó. No el hecho de estar allí; el hecho de salir y darme cuenta de que -no sé si por ser mujer, nunca lo supe- tenía que estudiar muchísimo más.

- ¿Ha tenido que demostrar más que tus compañeros?

- Sin duda. Muchísimo más. Cada día.

- ¿Todavía hoy?

- Todavía hoy.

- ¿Cuál fue entonces ese momento especial?

- Cuando hice una gira por Europa. Casi tres meses sola, sin acompañantes. Después de un esfuerzo de ocho horas al día, de nueve, el concierto, no poder compartirlo con nadie cercano. Allí me plantee si quería continuar y dije que sí.

- ¿Es difícil conciliar con tantas giras?

- Sí, es lo más difícil y eso es lo que a veces me hace plantear si seguir o no seguir. Hay un momento muy duro en mi vida que es cuando hago la maleta y me voy, en el que siempre digo "no, me quedo en casa". Pero como sé que eso me va a ocurrir, todo el mundo me apoya en mi casa, mi marido, mis hijos. Luego ya cojo el autobús o el avión y se pasa.

- ¿Se siente profeta en tu tierra?

- El público me quiere mucho. El público.

- En el mundo de la música clásica, ¿se mantiene un sesgo de género?

- Sí, pero estamos en un momento muy interesante. En el canto es evidente que hay una igualdad. Gracias a que la partitura requiere la voz femenina allí no ha habido un techo de cristal. Las orquestas sinfónicas son casi paritarias. Pero hay espacios, por ejemplo en el órgano o la dirección de orquesta y la composición, que van poco a poco, que pertenecen más al ámbito masculino.

- ¿Para cuándo una directora de orquesta dirigiendo, por ejemplo, el Concierto de Año Nuevo?

- Es que Viena es muy conservadora, pero quizá no tardemos mucho, porque ya empieza a haber mujeres en el Concierto de Año Nuevo, que eso hace diez años era impensable. Lo que pasa es que como la mujer se ha incorporado tarde y para dirigir una orquesta como la de Viena necesitas también una trayectoria. Y yo creo que las mujeres van a llegar porque están haciendo esa trayectoria.

- Ha recorrido toda Europa y parte del mundo. ¿Se ama y se protege lo suficiente la música en España en comparación con estos países?

- Yo creo que ahora sí. Lo que ocurre también es que nos llevan la delantera. Esa concepción de patrimonio musical aquí todavía tenemos que trabajarla un poco más. Tenemos que hacer entender, y yo así lo hago con los niños, que el órgano nos está contando las historias de nuestros padres, de nuestros abuelos. Ha sido el transmisor de conocimiento musical cuando no teníamos Youtube o no teníamos internet y hay que pensar que hasta hace 50 años era el único instrumento con el que se hacía música en cada uno de los pueblos. Que si en algún momento se escuchó Wagner en cualquier pueblo de Zaragoza seguramente sería una transcripción al órgano.

- Dice que está en un momento muy especial, ¿en qué proyectos está ahora?

- Ahora estamos haciendo un proyecto que está funcionando bastante bien, que se llama Miniconciertos en Santa Engracia. La idea partió del párroco de aquí, un hombre muy inteligente y con muchísima proyección que ha visto que en la cultura está el futuro de la Iglesia. Y estamos trabajando en un nuevo proyecto de "neopercusión" con un grupo de Madrid.

- ¿Percusión con órgano?

- Sí, una nueva forma de vivir la música que he encontrado con Juanjo Guillén, un percusionista de la orquesta nacional. Ha sido muy emocionante. Con él se crea en el concierto un ambiente, una energía brutal. El último concierto en Pamplona fue una experiencia impresionante, que llegó al público de una manera que no nos podíamos ni imaginar. Y eso queremos, llegar al público, transformar las almas.

- Tiene también un grupo.

- Sí, tengo una pequeña orquesta de música barroca, "El triunfo de Ariadna". Es con la que hemos presentado una propuesta para el Auditorio en la convocatoria de orquestas residentes con un proyecto muy interesante que creo al público de Zaragoza le va a emocionar.