Violaciones, asesinatos, abusos sexuales, raptos, maltrato psicológica, trata de personas, matrimonio infantil... La violencia ejercida contra las mujeres adopta diversas formas y trasciende fronteras. Ahora, un estudio internacional confirma que la degradación ambiental y el cambio climático acentúan la violencia contra la mujer. Así lo concluye un informe pionero elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) durante los dos últimos años y que cuenta con más de mil fuentes de todas las regiones del planeta. La investigadora Laura Sabater Zamora (Zaragoza, 1991) es una de las autoras del estudio, que revela los vínculos de la degradación medioambiental con el incremento de la violencia de género.

El informe constata que, aunque la violencia de género existe en todos los países, el cambio climático, las acciones de las industrias extractivas y la degradación del medio ambiente por los crímenes contra la naturaleza acentúan de manera clara la violencia ejercida contra las mujeres.

«Este estudio refuerza la urgencia de detener la degradación ambiental y de tomar medidas para detener la violencia de género en todas sus formas, y demuestra que a menudo estos dos temas se deben abordar de forma conjunta», explicó la doctora Grethel Aguilar, Directora General interina de la UICN.

El estudio concluye que la violencia de género se utiliza principalmente «como un medio sistémico para reforzar los privilegios existentes y los desequilibrios de poder sobre funciones y recursos». Y constata casos concretos, especialmente dolorosos en aquellos lugares en los que el acceso a los recursos es cada vez más escaso, principalmente por los efectos del cambio climático.

«Sexo por peces»

El informe ha detectado y comprobado algunos casos de violencia explícita. Por ejemplo, las prácticas de «sexo por peces», donde los pescadores se niegan a vender pescado a las mujeres si ellas no tienen relaciones sexuales con ellos, como se ha detectado en algunas partes de África.

El estudio también examina los vínculos entre la violencia de género y los delitos ambientales, como la caza furtiva o la extracción ilegal de recursos. Señala que la trata de personas y el trabajo forzado se utilizan «con frecuencia» para permitir este tipo de actividades ilegales, explotando a las comunidades locales. Se documentan casos de tráfico sexual en torno a minas ilegales en algunos países de Sudamérica, abusos sexuales y trabajo infantil en la industria pesquera ilegal en el sudeste asiático, y explotación sexual en relación a la tala y el comercio de carbón ilegales en zonas de África.

Según el informe, la violencia de género también se utiliza como un medio para ejercer control sobre los activistas medio ambientales y de los derechos humanos. Si bien la violencia contra los activistas ambientales está aumentando a nivel global, el estudio demuestra que las mujeres activistas experimentan niveles crecientes de violencia específica «con el objetivo de reprimir su poder, socavar su credibilidad y estatus dentro de las comunidades, y desalentar a otras mujeres a que expongan su situación».

«Los hallazgos iniciales sugieren que los países más afectados por el cambio climático y menos capaces de hacerle frente tienen más probabilidades de experimentar un mayor estrés y violencia, incluyendo violencia de género», apuntó Owren. Una de las respuestas para proteger a las mujeres y las minorías sexuales, manifestó Owren, es que «los refugios temporales y de emergencia atiendan las necesidades específicas de las mujeres y asegurar su seguridad».