Para Ara Malikian el reconocimiento como Hijo adoptivo no deja de ser «un fastidio», bromeó ayer ya que siempre ha defendido en todas las entrevistas que no es «de ningún lugar» pero «tras este nombramiento el discurso se me ha acabado porque ya soy de aquí». El otro Hijo adoptivo de este año, Borja Iglesias (que envió un vídeo y cuyo diploma recogió su novia, la zaragozana Teresa Refojo) tuvo claro desde que pisó la ciudad «que era un lugar especial que aporta mucha energía y un sentimiento especial» hasta enseñarle valores que, aseguró, va «a llevar toda la vida». Félix Zapatero, Hijo predilecto, se permitió el lujo de sugerirle al alcalde que incorporara a la ciudad el título «de muy mestiza porque ser de Zaragoza es una realidad que llega mucho más lejos que cualquier concepto de Europa» mientras que Conchi Arnal quiso destacar «la lucha vecinal en los barrios de mujeres activas» que se encontró cuando llegó a Zaragoza donde trabajó enseñando «autodefensa feminista» aterrizada desde una Alemania «libre» a la que había tenido que emigrar. Y fue María José Rivas, presidenta de la AMAC, la que tocó la fibra sensible: «Las que nos dejaron son las Hijas predilectas más especiales de la ciudad».

Aunque la que brilló con luz propia (para algo recibió el máximo galardón, la Medalla de Oro) fue La Zaragozana representada por su consejero Mario Roërich, quien dejó claro que «quieren pensar» que no les llega este hito por, entre otras cosas, «llevar con respeto el nombre de la ciudad por el mundo» sino «porque somos y nos sentimos una empresa ciudadana fiel a su origen y parte de la historia de sus ciudadanos. Formamos parte inseparable de Zaragoza».

Empresa de ciudad

Todos ellos fueron los protagonistas ayer en el salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza que acogió la entrega de estos reconocimientos presidida por el alcalde de la ciudad, Pedro Santisteve, y con la presencia, entre otras autoridades, de la presidenta de las Cortes, Violeta Barba y el Justicia de Aragón, Ángel Dolado. Un acto en el que el consejero de La Zaragozana aprovechó para avanzar los planes para su planta situada en el barrio de San José: «Queremos que sea una nueva centralidad para la ciudad, que sea un lugar de peregrinación para turistas y un punto de encuentro para los zaragozanos como muestra de una fábrica viva (en ella se seguirán fabricando cervezas aun cuando abra la planta de La Cartuja en la que han invertido más de 100 millones de euros) que forma parte del escaso patrimonio industrial con el que cuenta la ciudad». Amor de ciudad. Como el que demostraron ayer todos los galardonados en el ayuntamiento.