Una reivindicación de la vuelta a la infancia en forma de hojas de papel voladoras. Los aviones resultantes compitieron ayer por ser los ganadores del tercer concurso de aviones de papel organizado por el Museo Origami de Zaragoza. Así, 117 participantes, sobre todo niños y niñas acompañados de sus padres, se inscribieron ayer, por un euro, en el concurso que tuvo dos categorías, una junior y otra senior y que tuvo en cuenta tres parámetros: el vuelo, la distancia alcanzada y por otro lado se midió la precisión. En total fueron 407 las personas que se acercaron al centro polideportivo municipal Tenerías para curiosear este evento.

El ganador en distancia --Juan Lería, de la categoría junior-- consiguió alcanzar los 29 metros y 17 centímetros, y en tiempo ganó el adulto David Cebrián que consiguió que su avión volara durante 7.88 segundos.

Aunque es un concurso original, no es una novedad en Zaragoza. Es la tercera edición después de que se retomara la iniciativa tras los cinco concursos que ya se realizaron en los años 90 en Zaragoza. "El año pasado participaron 25 personas porque no estuvimos dentro del programa de las fiestas y la gente no se enteró", se lamentó Jorge Pardo, el director del Museo Origami, pero este año se han superado las expectativas. Pardo añadió que es "una actividad que llama la atención y que sirve para aficionar a la gente al origami". Por eso, los regalos que podían conseguir los ganadores consistían en papel, libros que venden en el museo y material para aficionarse al arte de la papiroflexia.

El truco

¿El truco para conseguir el mejor vuelo? Algunos lo tenían muy claro: "El truco es inclinar la punta del avión hacia arriba y levantar mucho el brazo para que vuele durante más tiempo. Así, el primer año me quedé tercero". Otros, sin embargo, reconocían que "el truco es mi padre", ya que la mayoría de madres y padres eran los encargados de plegar las hojas de sus hijos para convertirlas en avión. "Yo hago el avión que hacía de pequeño pero sale como sale porque casi no me acuerdo", reconocía un padre mientras doblaba un avión para que su hijo participara. Algunos niños se enfadaban porque su avión no conseguía apenas levantar el vuelo, pero allí estaban sus padres y unas gradas repletas de gente para animarlos a realizar un segundo intento y por lo menos salieran con una sonrisa.

Pero no todo eran padres y niños. Las personas mayores también se acercaron a ver el concurso y a recordar sus juegos infantiles, aunque ninguno de ellos participó. "Yo no participo. A mí me gusta la papiroflexia y aquí estoy haciendo unas figuricas".

Esta tercera edición ha sido un éxito, ya que ha cuadruplicado la cifra de participación respecto al año pasado. Así, con esta actividad, el Museo Origami de Zaragoza y el Grupo Zaragozano de Papiroflexia han conseguido acercar su afición por el papel a público de todas las edades.