Conforme caía la noche volvían los trajes regionales al armario, aunque muchos seguían desfilando, y se reanudaba la actividad por toda la ciudad. Los tenderetes de juguetes, pulseras, camisetas y riñoneras volvían a desplegarse y tanto mimos como espectáculos callejeros volvieron a tener cabida en el interés de los viandantes.

Poco desanimaron las cuatro gotas, ya previstas, a los paseantes, pese a que sí dificultaron el baile de los que seguían participando en la ofrenda, que estaban preparados y enseguida contraatacaron con capuchas y paraguas que subían y bajaban como pistones en las calles más concurridas. Sí que moldearon, sin embargo, sus preferencias, siendo a partir de aquel momento prioritario encontrar un techo desde el que disfrutar de lo que la ciudad ofrecía. Muchos optaron por visitar la plaza del Pilar y otros se sumaron a los bares próximos.

Y es que ayer era el día más importante de las Fiestas del Pilar, la fecha en la que lo que procede es permanecer en la calle. Es el día en el que los locales se vuelcan por su tradición a jornada completa y los foranos deciden acercarse para echar un vistazo al panorama zaragozano, que presumía de ofrecer, además de la ya mencionada ofrenda, una gran variedad de espectáculos teatrales y conciertos de los más variados estilos musicales, para satisfacer a todos los gustos.

En las plazas del casco histórico ultimaban los preparativos grupos de folk y jazz, que se sumaban a las jotas de la plaza del Pilar. Incluso flamenco había en Las Armas, lo cual fue la opción escogida por muchos turistas. Su éxito llegó hasta tal punto que cuando el espectáculo tuvo que desplazarse a la sala interior debido al tiempo, se completó el aforo.

Otra cosa fue la noche. La lluvia arreció y algunos espectáculos se vieron afectados. La gente se fue retirando. Aunque no todos, claro que el del Pilar solo es un día. H

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