Charangas y peñas, ¡a la calle!. Y allí que se fueron. El punto de reunión fue la plaza Aragón, al que fueron llegando desde diferentes puntos. En determinados momentos, parecía que se había organizado un «pilla pilla» entre peñas. Unas llegaban a la plaza de España desde Don Jaime y se encontraban con otras que aparecían desde la calle Alfonso. Poco a poco se fueron juntando todas, ante muchos paseantes que miraban sorprendidos y se preguntaban qué hacían tantos bombos y trompetas juntos. El motivo no era otro que laya clásica maratón de charangas de las peñas de Zaragoza.

La hora de concentración era las 19:30 y, puntuales, los grupos allí estaban para comenzar la batalla musical. Algunas charangas conseguían hacer corrillo de peñistas propios, peñistas ajenos y viandantes. En este caso, la combinación de colores sentaba muy bien y todos los blusones se mezclaron entre las notas musicales. Tres dinosaurios gigantes miraban desde las alturas mientras que varios trogoloditas perseguían y «atacaban» a los paseantes con garrotes. La parada del tranvía de la misma plaza estaba tomada por estos habitantes de la Edad de Piedra y los que osaban a acercarse, tenían que salir corriendo, a ritmo de charanga, por supuesto.

A estas alturas unas notas se mezclaban con otras pero no importaba. Lo importante era bailar y moverse. «Vamos a quemar la comida y a este paso, el desayuno», comentaban un grupo de peñistas. Los niños no se quedaban atrás en tema baile, ya fuera de pie, a hombros o en brazos. Un pequeño luchaba con fuerza contra el sueño. Con un brazo seguía el ritmo de charanga mientras un gran bostezo salía por su boca.

Cuando comenzó a atardecer las peñas empezaron a desfilar por el Paseo de la Independencia. La guerra de las charangas continuaba y los bailes no pararon. Ya daba lo mismo lo que sonara. Tan pronto se oía una musiquilla tradicional de charanga como canciones zaragocistas. Otros coreografiaban éxitos del verano del año 2000 con el mítico Levantando las manos. Algún peñista despistado corría para alcanzar a su grupo que ya había alcanzado la calle Alfonso. En este tramo, hasta las estatuas humanas dejaron su posición inmóvil y se dedicaron a ver pasar esta maratón musical. Otras, dejaron de ser de piedra y prefirieron unirse a la fiesta y al baile. El recorrido llevó a las charangas hasta a la plaza San Felipe, donde se volvieron a unir para formar la gran orquesta.