«Nuestra Virgen del Pilar, la llevamos en el alma», decía una de las jotas que ayer resonaba en las inmediaciones de la plaza, con la imagen de la Virgen desde lejos. Fue una de las tantas melodías que ayer amenizó la espera y emocionó a los que llegaban, ramo en mano, para pasar la Ofrenda de flores. A pesar de que muchos de los oferentes llevan años pasando, las sensaciones siguen siendo idénticas a la primera vez: «Qué bonita es», decía un grupo de mujeres ante el manto de la Virgen, con los ojos humedecidos.

Frente a quienes ya tienen experiencia en esto de la Ofrenda, estaban los debutantes de este año. Entre ellos, se encontraba David, un recién nacido de menos de un mes. Su padre Javier reconocía, estar muy emocionado por llevar por primera vez a su hijo: «Es una emoción que se transmite de padres a hijos. A mí, mis padres me llevaron desde que era un bebé y ahora quiero transmitirle ese mismo sentimiento a mi hijo», explicó.

Sestrica inauguró el paso

Cuando apenas había empezado a salir el Sol sobre la plaza del Pilar y todavía se veía el interior de la Virgen, el grupo de Sestrica inauguró el paso este año. El día de ayer acompañó, e incluso resultó muy caluroso para muchos, que por miedo al mal tiempo se habían abrigado más de la cuenta. Poco a poco, las calles del centro de Zaragoza se convirtieron en una marea de gente y flores que iba en procesión hacia la plaza del Pilar. Al de Sestrica le sucedieron otros 802. Unos detrás de otros, con un ritmo que no se detenía llegaban los oferentes hasta la Virgen del Pilar. Una tradición que desde que se comenzó a celebrar hace más de sesenta años hasta ahora se ha vuelto multitudinaria y ha traspasado fronteras.

Ataviados con trajes regionales o con atuendos de su país de origen, devotos o simplemente admiradores de la tradición y de la Virgen, en todos ellos se podía leer la emoción por el encuentro con la patrona. Esa emoción tiene su máxima expresión en la plaza del Pilar, donde personas muy diversas convergen unidas por un mismo nexo, donde la jota resuena por todo el recorrido y se une con bailes tradicionales de otros lugares para crear un clima común y donde se suceden desde pedidas de mano hasta paseos en familia: «Lo que sentimos al entrar en la plaza del Pilar es algo que no se puede explicar», opinó Pilar Salesa, que participa en la Ofrenda desde su niñez.

Allí, los ramos depositados por los oferentes llenaron de color y alegría el centro de la capital aragonesa y engalanaron a la Virgen. Mientras la plaza era el escenario de múltiples actuaciones y las jotas y otros bailes tradicionales amenizaban la espera; los claveles rojos recubrían la columna y la Cruz de Lorena, los claveles y gladiolos blancos fueron conformando el enorme manto. El tiempo acompañó y tampoco faltaron las provisiones para la espera o para después de haber cumplido con la tradición, aunque los que debutaban en este multitudinario acto no estaban tan preparados para la ocasión. Todos ellos tuvieron que esperar para entregar su ramo. Un acto que solo lleva dos segundos, eso sí, dos segundos cargados de emoción.

El protocolo estuvo presente

A las 11.30 horas de la mañana las puertas del ayuntamiento se abrieron para dejar pasar a la corporación del consistorio, encabezada por Jorge Azcón, que se estrenó como alcalde en la Ofrenda de flores engalanado por un traje del siglo XVIII. Tras su recorrido hasta el manto de la Virgen del Pilar valoró la participación hasta ese momento y el éxito de esta tradición multitudinaria: «La Ofrenda es un éxito todos los años, no porque venga más gente cada vez, si no porque lo hacen con mas devoción», puntualizó el alcalde.