Es martes y cuando en el reloj empiezan a caer las horas de la noche, las calles del centro se van vaciando, los tranvías cumplen su papel de devolver a la gente a sus casas... pero es entonces cuando en la calma se empieza a oír un murmullo de música de fondo, suave pero perceptible. La noche es agradable (por no decir calurosa que casi da vergüenza estando en octubre) así que uno se deja llevar... cruza el río, se introduce en Macanaz y se da de bruces con la realidad. Una larga fila de gente espera pacientemente a que poco a poco (como un goteo) les vayan dando acceso a la carpa Aragón mientras la música se hace más perceptible...

...y también el olor. La carpa reabría ayer sus puertas después de que fuera clausurada el día anterior precisamente por quitar parte de las lonas para que se ventilara el espacio. Y cuando uno entra en el interior lo entiende. Aun así, el espacio es grande y todas las mesas habilitadas para cenar están ocupadas. Dos grandes filas se cruzan entre sí aunque las dos son para lo mismo, para canjear dinero por tíquets y poder comprar comida y bebida. Al fondo el escenario donde el público ya espera a OBK que, visto lo visto, sigue despertando expectación casi en el 2020 aun cuando ya solo queda un miembro de la formación en activo, Jordi Sánchez.

Para calentar la espera (estaba anunciado a las 21.00 horas según los carteles pero se retrasó bastante), se escuchan canciones de todo tipo, desde Los suaves hasta Camela hasta que irrumpe en escena un disc jockey que pone en valor todos los hits de los 90.

Fuera la fila es cada vez más grande y todavía existe cuando sale OBK a comenzar su concierto. El público se arremolina en torno al escenario mientras que en las mesas se siguen degustando los bocadillos de jamón, ternasco, calamares... delicias culinarias varias.

Es martes, las calles están casi vacías pero la carpa Aragón resiste como la aldea de los galos en las famosas aventuras de Astérix. Solo que aquí, no muy lejos de allí, hay otro reducto. Desde el propio paseo Echegaray y Caballero, llegan sonidos más contundentes. La ribera conduce hacia el Ebro Food Truck Festival donde la gente está cómodamente sentada degustando la comida de alta calidad según vende la propia promoción del espacio pero mirando hacia la carpa. Un recinto cuya apuesta está clara, música aragonesa para complementar la oferta gastronómica.

Rock desde Borja

Esta noche le toca el turno a Koakzion, la veterana banda de Borja que factura un concierto serio en el que, en apenas una hora, trata de implicar al público. Cosa complicada cuando tienes que dirigirte a niños, a gente mayor, a los que han ido simplemente a cenar o a los que solo pasan por allí y se quedan a mirar. Ahora bien, ganas no les faltan. Son solo el preludio de los Black Ice, otra banda aragonesa, en este caso tributo a AC / DC. Es decir, noche de sonidos duros en un Ebro Food Truck Festival en el que la comida no deja de ser el elemento vertebrador.

Pequeños reductos galos

No es muy tarde todavía, no hay que olvidar que, en principio, al día siguiente es día laborable, pero ambas carpas presentan una actividad inusitada. Los camareros en las barras (y eso que los precios no es que sean especialmente baratos) y las gastronetas no dejan de servir y los artistas, tanto en un lado como en otro, se esfuerzan en mostrar su mejor versión ante un público que, todo sea dicho, se muestra bastante receptivo, más cuando suenan los grandes clásicos.

Es martes, todavía quedan muchos días de fiestas y si tanto la carpa Aragón en Macanaz como el Ebro Food Truck Festival se han mostrado como las aldeas que resisten al domino romano hasta en los peores momentos (es decir, los días valle en los que la actividad decae), es evidente que de cara a los días grandes vivirán incluso una mayor actividad. Ay, el poder de la música... y de la gastronomía nunca decae.