Un lunes lectivo y laborable es poco compatible con el horario de las vaquillas y eso se notó ayer en la segunda jornada. La plaza de la Misericordia estaba medio vacía (incluso la zona alta de la grada no se abrió al público) y la arena contó con menos participantes de lo habitual. Una buena mayoría se aferraba en una fila circular al tablón del callejón, lo que provocaba un efecto dominó continuo de los jóvenes saltando al otro lado cada vez que las vaquillas, de la ganadería Rafael Alarcón de Pastriz (Zaragoza), se acercaban a husmear por allí, creando su particular ola, en vez de la clásica hecha por el público.

Las charangas fueron las encargadas de animar el recinto desde antes de comenzar. Con sus instrumentos y canciones consiguieron sacar a algunos espectadores a bailar, al margen de los peñistas, que tenían sus propias coreografías. Mientras el primer animal salió puntual a la plaza, los más rezagados acudían a sentarse con bebida en mano. Los que continuaban la fiesta desde la noche anterior aparecían con cervezas y vinos. Otros optaban por café y chocolate con churros como solución al frío. La mañana había comenzado con poca temperatura y en la plaza de la Misericordia, inaugurada para acoger este tipo de eventos en 1764, hay que hacer uso de los métodos más tradicionales para entrar en calor y no los habituales del siglo XXI. Aquellos que trajeron papeles para sentarse encima miraban con envidia a los aficionados que se presentaron en la plaza con cojines, objeto mucho más útil para dejar atrás la fría piedra de las bancadas.

Los primeros revolcones, clásicas chaquetas convertidas en capotes y el intento constante de los chavales por colocar las anillas en las astas de las vaquillas se repitieron sin parar al ritmo de canciones, también clásicas como Paquito el Chocolatero o Susanita tiene un ratón. Las acrobacias de los más atrevidos se hicieron esperar hasta casi las 9 de la mañana. Varios chavales saltaron, hicieron recortes y dieron volteretas por encima de la vaca, lo que animó a las personas allí reunidas.

Una única vaquilla se aventuró a conocer la parte interior del callejón y parece que le gustó. A pesar de la rapidez de los miembros de la plaza en abrir las puertas para que el animal volviera a pisar la arena, la res dio media vuelta y volvió a recorrer el pasillo un par de veces más, ignorando a los mozos que intentaban captar su atención agitando sus chaquetas.

Un joven acabó en el suelo de la plaza tras torear repetidas veces a una de las últimas reses de la mañana. Al instante, varios compañeros salieron en su ayuda y apartaron al animal del caído. Otro, en su intento de saltar al callejón se quedó a mitad de camino, la fuerza de la gravedad hizo el resto y acabó en de nuevo tendido en la arena de la plaza. A pesar de estos momentos, fue una mañana muy tranquila para los miembros de la Cruz Roja desplazados hasta la Misericordia, puesto que tan solo atendieron a dos personas por traumatismos sin gravedad durante las dos horas.