Bob Esponja sigue siendo el rey. Aunque Peppa Pig va ganando enteros, los globos amarillos siguen marcando el paso en cuanto a las preferencias infantiles. Cuando llegan las Fiestas del Pilar, la calle se convierte en una especie de bazar en el que todo tiene cabida. Desde los globos hasta las pulseras artesanales pasando por figuritas de todo tipo, camisetas y cualquier cosa digna de ser comercializada... y conforme va cayendo la luz y se acerca la noche, más oferta y demanda hay.

Pero, entre tanto puesto, también se puede descubrir un teatro callejero. Un escenario en el que se puede escuchar, por encima de casi cualquier sonido, música peruana ya que ellos son los que ocupan la mayor parte del paseo Independencia. Entre sus flautas y su música enlatada, apenas se pueden observar unos jóvenes bailando breakdance y una pareja que intenta rapear. Entre el tranvía, la gente ocupa las calzadas mientras, como si de un camino invisible se tratara, se dirigen a la calle Alfonso I, donde se produce, año tras año, un tradicional embudo. Dos cuerpos no pueden pasar por el mismo espacio. Pura ley física.

Es entonces, o quizá como consecuencia de ello, cuando los mimos adquieren el protagonismo absoluto. Un alien (cola incluida) trata de atemorizar a los más pequeños con éxito desigual mientras un poco más abajo de la calle, un Buda se mantiene en equilibrio apenas apoyado en un tubo cilíndrico que le sujeta otro Buda sentado en el suelo. La gente se agolpa y le mira esperando probablemente que se caiga o descubrir algún truco secreto pero nada de eso sucede y el público improvisado sigue su camino buscando más sorpresas que encontrarse... o encontrar la panadería más cercana para reponer fuerzas.

Minero y música clásica

Un minero es el próximo centro de atención de jóvenes y adultos. Con su casco y su antorcha espera en silencio y en la quietud más absoluta a que alguien obsequie su actuación con una moneda que le haga realizar un movimiento con el que, quizá, engrasar su cuerpo hasta que logre otra recompensa.

Unos jóvenes empiezan a desplegar su violín y otros instrumentos clásicos mientras ya lucen el cartel de que se les puede contratar para todo tipo de eventos y sus señas de contacto. Un mago saca sus cartas y su altavoz para tratar de atraer la atención de la gente con sus trucos imposibles.

La calle se acaba y el que ha conseguido llegar hasta el final desemboca en el escenario de jotas en la fuente de la Hispanidad. La gente vibra con el folclore mientras la calle Alfonso I no deja de expulsar gente a la plaza. Al otro lado, frente a la Delegación del Gobierno, los catalanes Toti Toronell y Pepa Plana comienzan su representación de Despistados entre curiosos y teatreros. En el anfiteatro del Náutico la compañía vasca Trapu Zaharra deleita con su Vive soñando. Un año más, las Fiestas del Pilar se viven en la calle. Al menos, en fin de semana.