Sobre la camisa y cubriendo el torso desde los hombros hasta la cintura, la mujer aragonesa luce una prenda que le ciñe el busto. Y esa prenda puede ser un justillo o bien un jubón.

El justillo no tiene mangas y por lo tanto es adecuado para épocas cálidas. El jubón cuenta con mangas largas, abriga más y tiene un carácter de mayor seriedad o decoro. Ambas prendas pueden ser más o menos escotadas, siempre muy ceñidas y en la cintura pueden terminar rectas o prolongarse unos centímetros sobre la cadera. Si es así, esa prolongación debe tener mayor amplitud que la de la cintura y eso se consigue con más tela o realizando unos cortes verticales en la prenda que darán lugar a la formación de almenas o aletas. Esas porciones de tela a modo de lengüetas se hacen no como un adorno sino debido a la mayor anchura de las caderas respecto a la cintura y son necesarias para que la prenda quede totalmente ceñida al cuerpo femenino. El tamaño de las aletas no debe ser muy largo, pudiendo prolongarse algo más la central de la espalda y las centrales delanteras.

Aunque actualmente predomina el gusto por lucir las aletas, en el siglo XIX lo habitual era que quedasen cubiertas por la saya e incluso por el refajo. Hay que señalar que ambas prendas siempre que se saliera a la calle debían estar cubiertas por un pañuelo o mantón.