Con un guiño a Aragón con los colores de su bandera, los fuegos artificiales arrancaron la primera ovación de un público a mucho del cual, a pesar de los tres avisos protocolarios, le pilló el inicio por sorpresa. Fue un momento emotivo pero que no dio lugar al respiro ya que fueron 20 minutos clavados de reloj en los que el cielo de Zaragoza se olvidó de que estaba lleno de nubes. Estas fueron sustituidas por una combinación de colores y ruido (ese que es tan importante saber escuchar en este tipo de actos pirotécnicos según los puristas) que pusieron un precioso final a las fiestas del Pilar.

FUERTE TORMENTA / Lo hizo tras una jornada que se tambaleó por momentos ya que la fuerte tormenta que descargó al paso de la tormenta Leslie a primera hora de la tarde provocó que empezaran a caerse actos del programa. Así, no solo se adelantaron los cierres del Río y juego y de la Muestra aragonesa sino que también se tuvieron que suspender los conciertos de Aragón Sinfólknico y La ronda de boltaña con los que se iban a cerrar las fiestas en el escenario de la plaza del Pilar. La lluvia mojó los equipos eléctricos lo que hizo imposible su realización y tampoco se pudo cantar el Somos de José Antonio Labordeta.

Sin embargo, los fuegos artificiales no corrieron peligro en ingún momento de la jornada, según insistieron en afirmar los responsables del ayuntamiento. Y, aunque las dudas y la brusca bajada de la temperatura, hizo que hubiera menos gente de la habitual en las riberas del Ebro, la realidad es que el espectáculo que se ofreció mereció mucho la pena.

Por momentos, el castillo de fuegos artificiales parecía abalanzarse sobre la gente y la explosividad de colores no daba margen ni siquierta para el aplauso más sincero. Los escasos momentos de descanso que dejaban los lanzamientos (más que nada entre bloque y bloque, porque hubo tres muy diferenciados a lo largo de los 20 minutos durante los que se prolongó el acto) eran aprovechados por los miles de espectadores, que volvieron a llenar el puente de Santiago y el de Piedra así como una buena parte de la ribera de la parte de atrás del Pilar, para tomar respiro ante tantos estímulos que entraban por los ojos.

CORAZONES ROJOS / Hasta seis corazones rojos en el cielo dieron paso al tramo final de los fuegos artificiales en el que el espectáculo de Pirotecnia Zaragozana (la encargada un año más de su preparación y ejecución) descargó todo lo que tenía. Tanto que hizo que lo anterior casi parecieran cosas de chiquillos.

Los últimos cinco minutos del castillo estuvieron dominados por la potencia del ruido y, sobre todo, por la explosividad lumínica que coparon todas las pantallas de los teléfonos móviles de gente de todas las edades que quisieron inmortalizar el momento (aún a riesgo de perderse parte del espectáculo que se estaba produciendo en el cielo). Y llegó el final en el que los fuegos fueron perdiendo fuelle y la gente, en cuanto se dio cuenta de que acababan y empezó a recuperar el aire, empezó a aplaudir sin parar durante un buen rato. Tras el último aplauso, seguro que más de uno pensó que al día siguiente era lunes, día de trabajo y de escuela, pero con la energía y la adrenalina en el cuerpo de los fuegos artificiales, pensó ‘hasta el año que viene’.