En la última corrida de toros de la feria del Pilar resultó dramáticamente herido el subalterno Mariano de la Viña, de la cuadrilla de Enrique Ponce.

Fue el cuarto toro, del hierro de Montalvo al que fue a parar de salida con el capote. Resultó arrollado por el animal, que no obedeció los toques y, una vez en el suelo, se desarrolló una secuencia en la que buscó con saña la anatomía del torero en una nube de hachazos.

Cuando quedó inerme sobre la arena, los presagios eran desalentadores. Pronto acudieron las cuadrillas a auxiliarle. Taponaron el orificio de entrada pues la pérdida de sangre era extraordinaria por abundante.

Resultaba desagarrador ver a Miguel Ángel Perera cubriendo el charco de sangre con un rastrillo de los que usan los areneros y también el reguero que dejó el traslado hasta la enfermería fue cuantioso.

Afortunadamente, el percance se produjo en el tendido uno, relativamente cerca de las dependencias sanitarias. Sobrecoge pensar que hubiera sido en el tendido seis, a cincuenta metros de la enfermería.

EN PARADA CARDÍACA / Las noticias que llegaban de la enfermería eran escasas y confusas. Pasados los primeros minutos se supo que De la Viña entró en parada cardíaca. Fue necesario un equipo RCP (reanimación cardiopulmonar) para comenzar la estabilización antes de acometer la primera transfusión, que toleró favorablemente. En ese intervalo se sucedieron de nuevo episodios de parada cardíaca.

El tráfico de ambulancias alimentaría las especulaciones. Llegaron dos con más unidades de sangre. Al final requereriría hasta de cinco litros. Mientras, se evacuaba a Miguel Ángel Perera una vez estabilizado para ser operado en un centro hospitalario de la cornada que sufrió en el muslo derecho por el sexto bis.

Pasadas las 21,00 horas y con escolta policial motorizada la ambulancia medicalizada atravesaba la ciudad camino del hospital Quirón.

Poco después se adelantaría que, debido a la urgencia que requería la práctica quirúrgica no habría parte oficial hasta que no concluyeran ambas intervenciones. Cuestión de prioridad.

Con ser de consideración, la cornada sufrida por Miguel Ángel Perera en la cara posterior del muslo derecho alarmó, obviamente, menos. Al propio torero se le atribuye un comentario en la enfermería priorizando la atención a De la Viña.

Todos los medios y recursos estaban puestos en la evolución del subalterno, herido en el triángulo de Scarpa, en el glúteo derecho y en la zona renal según testimonios de aquellos más próximos al torero. El lógico hermetismo impuesto por el equipo médico fue tal que, al parecer, ni siquiera Enrique Ponce tuvo acceso a la enfermería en un primer momento.

Al cierre de esta edición no había comunicado oficial con respecto al resultado de las intervenciones, por lo que se supone que se darán hoy.

Después de la sobrecogedora escena, la corrida entró en un estado de shock que enervó definitivamente a un público muy sensibilizado que no dejó pasar una. Hizo callar (por respeto) a la banda de música El toro de la jota; forzó la devolución de este animal, harto ya del tremendo fiasco de una corrida de Montalvo fea, mansa y con malas ideas que imposibilitó un espectáculo a plaza llena. Ni Ponce, ni El Juli ni Perera pudieron obtener un mínimo lucimiento ante una corrida de toros imposible.