Largo se ha hecho para algunos el parón de tres noches sin poder salir, pero el calendario escolar no perdona. Ayer a las 21.30, cuando apenas acababa de empezar el concierto de la Máxima Independance 2018, la plaza del Pilar se mostraba ya rebosante. Entre los asistentes a la cita, que cada año congrega en el lugar a miles de personas, la mayoría eran jóvenes dispuestos a empezar por la puerta grande la segunda tanda de los pilares.

Muchas botellas sospechosas de no contener -o no solamente- lo que su etiqueta marcaba se vieron desde bien pronto de la noche, en la que seguro más de uno se pasó con el alcohol. Para controlar que eso no pasara, en los alrededores de la plaza se instalaron decenas de madres y padres vigilantes de que sus hijos no probaran gota. «Es el segundo año que le dejo venir. Quedamos todas las madres del cole y les dejamos que vayan a su aire pero luego nos los llevamos a casa, que aún no tienen edad como para desfasar y andar solos por ahí», comentaba Teresa refiriéndose a su hijo.

Para la hostelería y los bares de copas cercanos al Pilar, esta es también una de las noches fuertes. «Ha habido años que hemos hecho más dinero la noche de la Máxima que el día del pregón. De momento no se ve mucha gente pero se va a llenar. Eso sí, hay que tener cuidado con la edad de los chavales porque hay muchos menores que intentan comprar alcohol y no se puede», decía Javier Sanz, propietario de un conocido bar de copas cerca de la calle Jaime I.

Los encargados de ponerle ritmo a la noche fueron los discjockeis Arturo Grao, Germán Pascual y Javi Sánchez, que pudieron lucirse a los platos en un espectacular escenario presidido por dos grandes alas de cartón piedra y dos grandes ventanales góticos.

La nota de color corrió a cargo de los cientos de cachibaches luminiscentes que lucían muchos de los asistentes: coronas, gafas, pulseras, máscaras y globos con luces que ayudaron a simular el ambiente de una gran discoteca pero al aire libre.