Quince minutos antes del comienzo, la plaza de Santa Engracia, el punto de partida de la Ofrenda de frutos, era un hervidero de música y bailes folclóricos y gastronomía tradicional. Miles de personas vestidas con sus trajes regionales se preparaban para ofrecer a la Virgen los mejores frutos de sus tierras. Una tradición que ya cumple 55 años y que en esta ocasión unió a más de 74 agrupaciones, que entregó unas siete toneladas de alimentos.

Entre las cestas de uvas y rosquillas que llevan a la Virgen, la casa regional de Cetina ofrecía «un aperitivo» en forma de baile tradicional. Una decena de personas, entre las que se estaba el demonio, con un traje rojo, saltaba y componía figuras con las que simboliza «el poder del diablo y la fuerza del pueblo unido contra este, que finalmente muere», según explicaba Juan Viejo. La de Cetina, con 42 años de asistencia, es una de las casas regionales veteranas. «Nosotros lo vemos ya como una obligación, eso sí, que cumplimos con muchísimo gusto», reía Juan.

Enfrente, se erigía una columna hecha con cebollas de la Denominación de Origen Fuentes de Ebro sobre la que relucía una reproducción a tamaño reducido de la Virgen del Pilar. Unos pasos por delante, los gigantes de Ventosa de San Pedro (Soria) atravesaba la multitud para preparar su salida. Y a pocos metros, un grupo de hombres y mujeres de tez canela y trajes azules observa con expectación toda la plaza.

«Ver a tantos grupos, tantas casas de todo el país, con esos vestidos tan elegantes, y la vistosidad en general de la tradición, impresiona mucho», contaba Claudia Tamallo. «También es gracioso que todo el mundo nos pide fotos, lo cual nos demuestra el cariño que nos han dado durante estos días», decía.

Desde El Salvador, el invitado latinoamericano durante las fiestas, traían yuca, papaya, piñas, mangos y plátanos macho. «Yo siempre he participado en la Ofrenda de flores y en la de frutos, pero hoy es un día muy especial, porque lo hacemos toda la comunidad salvadoreña» afirmaba emocionada Cristina Moreno. «Entregarle las flores a la Virgen, ver después la bandera de El Salvador junto al manto y completar la ofrenda de Frutos...», reconocía con una amplia sonrisa.

La marcha arrancó puntual a las 11.00 horas con un estruendoso aplauso de los espectadores que, apostados incluso encima de las estaciones de bicis, no paraban de fotografiar y grabar el momento entre saludos, gestos y gritos de «¡Esos son!» y «¡Ahí están!» para que los protagonistas quedaran clavados en la imagen.

Algunos pequeños curiosos se colaban durante el trayecto por el paseo de la Independencia entre los huecos de la vallas y las piernas del público. Otros, aún más jóvenes y menos curiosos, lo veían mejor desde el carrito, el regazo o sobre los hombros de sus padres, que de vez en cuando escuchaban el estribillo «¿me subes?» entre cantos y bailes populares como las jotas aragonesas, extremeñas y gallegas.

Al son del chotis de la casa de Madrid en la plaza de España se vivió un acto de hermanamiento entrañable y cómico a partes iguales, cuando una chulapa de mediana edad sacó a bailar a uno de los policías que cubrían el recorrido.

La recta final de la ofrenda de Frutos encaraba una estampa tan colorida como imponente. Al fondo se erigía la gran cúpula de la basílica del Pilar. A los pies de la Virgen, un mar de flores, frutos y vegetación avanzaba al pulso de los bombos y los tambores del casi centenar de casas regionales que eran recibidas con vítores y aplausos a la entrada de la plaza del Pilar, donde ya solo quedaba entrar a la Basílica y poner fin, algunos entre lágrimas, a una Ofrenda de frutos que en su 55 aniversario unió a 14.813 personas, entre oferentes y visitantes.