El fiasco del concurso público para explotar el Párking Norte solo puede tener una lectura positiva y nunca antes del 15 de octubre. Así lo ven todos los actores que pueden intervenir en los preparativos de una fiesta que aspira, desde el pasado viernes, a ser reconocida internacionalmente. Una «prueba de fuego» en todas direcciones, desde la hostelería zaragozana a los colectivos vecinales, al movimiento peñista y, por ende, al consistorio zaragozano. Todas las leyendas urbanas que giran en torno a las fiestas del Pilar y los gigantes de la hostelería pueden ser ciertas o no, pero ese pastel que suponen los grandes recintos ya no tiene barra libre.

El trágico accidente en el Madrid Arena, en el 2012, lo cambió todo en la seguridad y los tribunales, en el caso de Zaragoza, también lo hicieron en el 2011 con las adjudicaciones. El Párking Norte, desde que el PSOE decidió incorporarlo al inventario de escenarios, tras la Expo, se le daba a Interpeñas, que entre 1995 y el 2007, se alojó con éxito en el recinto de Miguel Servet, en un suelo privado pero que corría por cuenta del consistorio disponer de él. Todo por el alma de la fiesta que era el referente alternativo al poderoso ayuntamiento.

Pero pronto aprendió que la iniciativa privada estaba deseosa de morder ese pastel. El primer año en Valdespartera, en el 2007, descuadró tanto las cuentas de Zaragoza Cultural que le supuso un déficit de 1,5 millones. Entonces se gastaban 6,76 millones en la programación e ingresaban poco más de 5,24. Acudir a la licitación reduciría gastos y garantizaría ingresos. Hoy cuestan solo 2 millones y se autofinancian.

No sucedió así en el Actur, ya en el 2008, donde la oferta festiva corría a cargo de los peñistas. Su relación con Pam, entre cuyos socios figura Martín Domingo, hasta ese año destacado miembro del PSOE zaragozano, con la que ya cumplía escrupulosamente el segundo de sus contratos privados, pasaba inadvertida. Pero fue la hostelería, de la mano de una pequeña asociación que agrupa a 30 establecimientos, Apeha, la que llevó esta adjudicación a dedo a una entidad sin ánimo de lucro, Interpeñas, que por los servicios prestados también le reportaba cuantiosos ingresos a uno de esos gigantes de la hostelería, Pam Hosteleros. Como curiosidad, entonces (y desde hace años), las asociaciones hosteleras de referencia señalaban casi con más ahínco a las casas regionales y los puestos gastronómicos en la vía pública que le quitaban clientela a los establecimientos, y que este año, con el lío del Párking Norte, ya parece disipado.

Tres años tardó la Justicia en darle la razón a Apeha. Y quitó la barra libre de inmediato: obligó al consistorio no solo a licitarlo, sino también a vallarlo, a cobrar un canon por la explotación y a establecer un estricto control de accesos con especial atención a los menores. Y abrió la puerta a la batalla.

Pam Hosteleros nunca lo ha ganado. A las primeras de cambio, cayó del lado de otra empresa, Tanricamente. Por aquel entonces con Alberto Campuzano, que ahora lleva Torero 2000, la firma que en este 2018 pujó por el Párking Norte, pero presentó la oferta que sería la peor valorada y fue excluida por ni siquiera proponer un proyecto técnico (algo raro en estos casos). Pero antes impugnó el concurso en el Tribunal Administrativo de Contratos Públicos de Aragón (TACPA), retrasando en exceso la adjudicación.

La ganó Ferias Lanzuela. Y añadió otra leyenda urbana: Torero 2000, según algunos testigos, en una de las mesas de contratación se jactaba de aquella impugnación. Con trabajo ya asegurado, porque lleva la programación de la Carpa Aragón y del Ebro Food Festival de Echegaray. Y Lanzuela, que años atrás fue capaz de trabajar en el mismo recinto que Pam Hosteleros -llevando la restauración-, y que ya era reconocida por su River Sound Festival desde 2014, renunciaba. ¿Qué tendrá ese pastel que tanto gusta y que nadie repite?