Bailando, bebiendo y cantando como si la fiesta no hubiera hecho más que empezar. Los peñistas de El Rolladero comenzaban la mañana del sábado en la plaza de La Misericordia dispuestos a disfrutar de una jornada de vaquillas. No resultaba difícil distinguirlos entre la multitud, incluso durante el jaleo de la plaza. El color naranja butano de sus sudaderas no permite que se oculten, pero tampoco buscan pasar desapercibidos. Con los ánimos y las energías impropias de alguien que lleva más de 20 horas despierto, los peñistas se reunieron a las 6.00 horas en su sede preparados para un intenso día de festejos por delante.

El Rolladero tiene ya 21 años a sus espaldas y en la actualidad acoge a más de 270 peñistas. Entre ellos, a Carmen, que ya lleva más de cinco años en la peña y fue convencida por sus vecinos y su hija para apuntarse. «Es lo mejor que he podido hacer» asegura, «aquí se hacen amigos de los de verdad».

El nombre de la peña proviene del término que se da en los pueblos a los comidas populares después de la matanza del cerdo. Su escudo está compuesto de una bota, una barra de pan, jamón y chorizo. Todos los peñistas lo portan en sus vestimentas y con mayor orgullo aún, su presidente, Carlos Carreras, que cuenta que la vida de un peñista en la junta es un poco distinta a la habitual.

«Mi función como presidente es velar que todo salga bien. Supervisar que salga la comida, las charangas o que no se retrasen las cenas» asegura Carreras. Las Fiestas del Pilar reúnen a muchos de los peñistas; unos 150 de El Rolladero se presentaron al pregón.

COSA DE FAMILIA // La peña es una tradición de familia y padres e hijos están inscritos en ella. Además, no existe límite de edad: hay peñistas que sobrepasan los 60 y otros que acaban de nacer. Adriana es una de las pequeñas, tiene cinco años y ha madrugado feliz esa mañana para ver las vaquillas junto a su familia.

Son muchas las personas que buscan inscribirse en las peñas días antes de que den comienzo las fiestas. Tiene sentido, dado que ser peñista es más rentable si se tiene intención de salir muchos de los días de fiestas.

Entre otras ventajas, al pagar la cuota de peña se incluye el acceso al pabellón. A las personas que se inscriben para salir solo durante el Pilar los peñistas los llaman «pilaristas». Carlos explica que este año han llegado veinte nuevas afiliaciones y calcula que unas cinco personas se quitarán.

La jornada de vaquillas termina y los peñistas se van a dormir o a almorzar. Después se reúnen para comer en su local, ubicado en la calle del Carmen de Zaragoza. Sin embargo, es a las 17.00 horas cuando los peñistas comienzan a llegar en masa, al igual que las charangas. El motivo es una maratón de peñas a la que también denominan «macropinchada», cuyo objetivo es ir de peña en peña pinchando barriles de cerveza hasta recorrer las cinco peñas participantes. La reunión comienza en El Rolladero y son muchos los que se acercan acompañados de la música.

Es el último sábado de las fiestas y El Rolladero lo culminará con una cena conjunta y la salida al Pabellón Interpeñas. Unas celebraciones que para los peñistas comenzaron con su pregón y han dado paso a comidas, cenas, sesiones de vaquillas, pinchadas y salidas con las charangas, todo ello realizado con los compañeros de su agrupación.

Las Fiestas del Pilar son el culmen de las peñas, pero estas siguen abiertas durante el año, celebrando comidas, juegos y fiestas y acogiendo con los brazos abiertos a aquellos que quieran formar parte de su familia.