Mucho antes del cohetazo con el que finaliza el pregón, quien pasea por las inmediaciones de la plaza del Pilar puede encontrarse cuadrillas de trabajadores que montan carpas, escenarios, barras… Es el primer paso para que Zaragoza cambie su aspecto de manera radical durante el comienzo de octubre. Después vendrán los organizadores, siempre atentos al buen desarrollo de las Fiestas del Pilar y encargados en anotar peticiones y mejoras para el año próximo.

En las carpas, lugar de conciertos, actuaciones y verbenas, sirven tras las barras decenas de camareros, siempre con paciencia y buen hacer, provisiones de comida y bebida a todos los asistentes.

Y para que los propios conciertos salgan adelante son necesarios técnicos de sonido y luces, montadores y, por supuesto, los que tienen como oficio el cantar, hacer reír o tocar instrumentos.

Contar la fiesta

Por su parte, sea en conciertos, en los eventos taurinos o en la ofrenda, los hay que deben contar las fiestas a quien no puede disfrutarlas en persona. Los operarios de cámara que retransmiten las vaquillas, los reporteros que cuentan cómo de bellos son los trajes baturros o los fotógrafos son esenciales para contar lo que pasa en las fiestas.

Y cuando se habla de vaquillas y los sustos que a veces se llevan los que saltan al ruedo, se debe hablar de las ambulancias. Las Fiestas del Pilar son fechas en las que las calles de Zaragoza se llenan de ellas. Enfermeros, conductores y voluntarios trabajan a destajo durante unos intensos días de emergencias.

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Hay un gremio que hace de las fiestas su constante agosto. Son los feriantes, parte fundamental del Pilar. Ahora en Valdespartera, antes en el recinto ferial de Miguel Servet, reúnen las atracciones, tómbolas y garitas más entretenidas para todos los públicos.

A Zaragoza la visitan muchos para verla engalanada en sus fiestas. A ellos, los turistas, les guían las encargadas de las oficinas de información, aconsejándoles honestamente lo mejor que deparan las celebraciones. A su vez, el turismo que pernocta en la ciudad copa la ocupación hotelera: recepcionistas, limpiadoras, cocineros y un largo etcétera de empleados no cesan en sus labores durante las fiestas.