El gran día por fin ha llegado. Un año más, miles de aragoneses lucirán sus mejores galas tradicionales para ofrecer flores a la Virgen del Pilar. De un tiempo a esta parte, la costumbre de vestirse con el traje tradicional ha ido adquiriendo más importancia a la vez que ha ido ganando en elegancia y en dinero invertido. Con los primeros rayos del sol, los aragoneses despertarán para iniciar el rito de vestirse como lo hacían sus ancestros.

Las mujeres que luzcan esta mañana vestimentas típicas del XVIII seguro que habrán invertido bastante tiempo en colocárselas. Primero, la ropa interior adornada con pasamerías y puntillas. Después, dos faldas superpuestas, normalmente de paños, cuyas puntas están rematadas cenefas. De cintura para arriba se ponen un justillo armado con varillas y cordones que estilizan el talle. Por último, se coloca el pañuelo de seda sobre los hombros y los zapatos. A esto hay que añadirle el laborioso recogido del pelo.

Los hombres que vistan traje de gala destacarán por su chaqueta, una prenda para el abrigo que infunde respeto, y una capa y un sombrero de ala ancha.