Arrollador ayer Julián López El Juli en la penúltima de la feria del Pilar. Cortó dos orejas al quinto y podía haberse empatado a igual premio en el primero de su lote. Es el sitio de El Juli a Zaragoza y al resto de cosos esta temporada en la que va a cerrar un capítulo a la vera de Roberto Domínguez para irse con los Lozano. Es el sitio a Cesaraugusta, fruto de ese otro sitio dentro y fuera del ruedo. Porque lo quiere todo, la flor y el tiesto.

Se llegó a la orilla del Ebro con un popurrí ganadero a su modo, con sus irremediables toros de Victoriano del Río, en el día que eligió y con el cartel que le convino. Eso es tener fuerza aunque ayer hubiera aparentemente menos clientes que el sábado con Ponce.

Luego está el sitio en la plaza. Ese está también muy definido. Y habrá que concluir que ha depurado al máximo un estilo que le sirve y con el que obtiene la máxima rentabilidad.

Abusando del cite en el que se esconde la pierna que debería cargar, mostrándole la parte baja de la espalda a la hora del toque; contorsionándose hasta casi arrastrar el codo que lleva la muleta; enseñando con frecuencia los tirantes... Todo sea por alargar las embestidas ad infinitum.

Una cosa es el qué (admirable, ahí un respeto) y otra el cómo (ésto no tanto).

No obstante ayer hizo pleno. Primero toreando a placer al mejor de la tarde, un parladé que le entregó un centenar de embestidas pero que malogró con el pincho. Y luego pisando a fondo, con un jaleado quite por lopecinas como aperitivo de un trasteo que enardeció a un público que ya no sorprende por sus esporádicos brotes de pueblerinismo. Vitoreando a un monosabio, por ejemplo, por colear a un toro. ¡Ñai!

Mientras, Miguel Ángel Perera pasó con gran dignidad su particular travesía del desierto. Una vez ante un manso huidizo al que intentó darle trapo en los medios hasta que salió de naja a las tablas y después dándose de bruces con otro toro vacío al que largó de un estoconazo.

Padilla tampoco escapó de la quema. Su primero fue un manso de banderillas negras cuyas bravatas y tornillazos sorteó como pudo. El otro se durmió bajo el peto y manseó como entre tres.

Y entre todo ello, el lujazo de ver a José María Soler lidiando al quinto, uno de los 6 escogidos 6. ¿o eran encongidos?.