Mientras un equipo multidisciplinar de neurólogos, neurocirujanos, radiólogos y reanimadores vigilan a cada instante a Michael Schumacher en la quinta planta del Hospital Universitario de Grenoble, abajo, entre el hall y el aparcamiento, 200 periodistas montan guardia para informar cada hora a sus medios del estado de salud del expiloto alemán. Forman por sí mismo un tumulto digno de ir a ser visto por familias y niños de la tranquila capital de los Alpes franceses. Hasta allí llegan aficionados que profieren gritos de ánimo hacia el heptacampeón. Ayer mismo apareció un tifosi que condujo su coche desde el norte de Italia toda la Nochevieja, para hacerle llegar un cuaderno como regalo de su 45 cumpleaños.

Se lo entregó a Sabine Kehm, la mánager del piloto desde hace casi 20 años, la fiel asistente que ha puesto un poco de orden en el entramado mediático que sigue la evolución del Kaiser. La mayoría de los periodistas van y vienen del cercano Hotel Mercure. "Ha venido Ross Brawn; Jean Todt ha entrado por el párking; Corinna y sus hijos han salido a comer, se ha quedado Ralf, su hermano...", esas son todas las exclusivas. La veterana Sabine ha tomado el mando porque el equipo médico ya ha anunciado que "no haremos un parte médico diario". Ella será la portavoz como hizo en la mañana de ayer para decir que "Michael ha pasado la noche y las primeras horas de la mañana estable, como el martes. Estas son todas las buenas noticias por ahora. No voy a entrar en más detalles médicos". Y ante la lluvia de preguntas sobre su recuperación, zanjó rápidamente el asunto: "Eso no quiere decir que se esté recuperando rápidamente".

Sabine Kehm también ha tomado el mando para puntualizar las versiones sobre el accidente, para desmentir la tesis sobre la alta velocidad a la que esquiaba Schumi que apareció en la prensa inglesa. "Michael acababa de ayudar a un esquiador amigo suyo, que se había caído. Acababa de reemprender la marcha y no iba rápido cuando intentó rodear una roca, se desestabilizó y cayó, golpeándose con otra".

Tiene la versión del hijo de Michael, Mick, de 14 años, y la del propio amigo de Schumacher y, probablemente, será diferente a la de Christophe Gernignon-Lecomte. El asunto, en manos de la gendarmería, seguro que traerá cola, pero ahora lo único que preocupa en el centro hospitalario es la salud de Schumacher, aún muy crítica, en un coma inducido que puede durar incluso meses hasta que, en el mejor de los casos, los diversos edemas en el interior de su cerebro vayan desapareciendo.