El mito de Audrey Hepburn sigue gozando de buena salud. Y si no piensen que Givenchy acaba de presentar a la cantante norteamericana Ariana Grande como musa de la firma y vestida como Audrey Hepburn en la mítica Desayuno con diamantes, con aquel traje de Hubert de Givenchy.

Su figura rutilante y sus claroscuros pueden conocerse ahora, hasta finales del verano, en su Bruselas natal y gracias al esfuerzo que ha hecho su único hijo, Sean Hepburn Ferrer. Este mes de mayo, Audrey hubiera cumplido 90 años si un cáncer de colon no hubiera acabado con su vida a los 63 años.

Intimate Audrey, que así se llama la muestra, reúne en el Espace Vanderborght 800 imágenes y 150 objetos, muchos de ellos nunca antes expuestos. Y recuerda a la actriz, pero también a la mujer humanitaria, a la esposa y a la madre. «Su niñez fue preciosa hasta que el padre la abandonó y aquello le partió el corazón. También pasó malnutrición y frío y vivió los bombardeos de la segunda guerra mundial. Todo aquello marcó su carácter y también su físico, su extrema delgadez», ha explicado estos días Sean Hepburn.

La muestra, que se inicia en una sala donde hasta se respira su perfume, L’Interdit, está dividida en diez espacios: El árbol familiar, Nacida en Bruselas, De Londres a Nueva York, La noche de los Oscar, Una boda suiza, Audrey y Mel, Sean, Amigos, La Paisible (así se llamaba la casa de campo en Tolochenaz, Suiza, donde vivió los últimos 30 años) y El capítulo final, que refleja sobre todo su labor humanitaria como embajadora de Unicef.

Los beneficios de la exposición irán destinados a la Organización Europea de Enfermedades Raras y los hospitales The Brugmann and Bordet de la capital belga.

Los mitómanos pueden ver, por ejemplo, sus gastadas zapatillas de ballet con las que empezó a ganarse la vida. Y también la Vespa verde en la que, junto a Gregory Peck, recorría la ciudad eterna en Vacaciones en Roma, la película que la encumbró, con solo 24 años, y con la que logró su primer Oscar. También puede verse el vestido de novia de su boda con el actor Mel Ferrer, su verdadero pigmalión. Lo hizo también su amigo Hubert de Givenchy y, efectivamente, muestra una cintura de avispa.

La actriz de éxitos inolvidables como Sabrina, Una cara con ángel, Sola en la ocuridad y Dos en la carretera, fue una estrella pero nunca acabó de encajar en el engranaje de Hollywood y sus ínfulas de grandeza.

Por eso se retiró de los focos, a los 38 años, para vivir tranquilamente en un entorno bucólico, en la Suiza donde se casó y donde nació su hijo. La actriz se convirtió entonces en activista y dedicó sus energías como embajadora de Unicef a luchar contra la desnutrición infantil que ella sufrió de pequeña.

En los escritos que dejó hay reflexiones sobre la libertad de los países del Este tras la caída del muro de Berlín, denuncias conta el régimen del apartheid o la situación del pueblo kurdo. El director de cine Steven Spielberg la convenció para regresar con su último papel, en 1988, en la película Always (Para siempre), donde daba vida a un ángel. Su última aparición pública, pocos meses antes de morir, fue en Somalia. Una vez más trataba de concienciar sobre quién sufría más los desastres de la guerra: los niños.