Beatriz Luengo (Madrid, 1982) vivió un antes y un después de 'Un paso adelante', que la lanzó a la fama como actriz, bailarina y cantante con el grupo surgido a raíz de la serie, UPA Dance. Sin embargo, ella siempe ha sabido seguir reinventándose. Tras vivir en París e instalarse hace más de una década en Miami con su marido, Yotuel Romero, no solo sigue sacando discos, sino que también ha escrito canciones para Jennifer Lopez, Shakira, Chayanne o Ricky Martin. Su nueva faceta como artista es en el mundo de la literatura, con el libro 'El despertar de las musas', en el que rescata la historia de mujeres silenciadas por los hombres, desde María Magdalena y Gala a Mileva Marić, matemática y primera esposa de Einstein.

-¿Por qué se lanzó a escribir un libro?

-Sentí que era un proceso natural de evolución a partir de la composición. Al final, una canción es una historia en sinopsis de tres minutos donde tienes que colocar cuatro estribillos que se repiten, y te queda muy poco espacio. Para una canción tienes miles de libretas con ideas a desarrollar. Un trabajo diario que he hecho en los últimos 12 años y que me ha dado la oportunidad de componer para artistas como Rubén Blades, por ejemplo, además de un Grammy Americano y ocho nominaciones más. Sentarme en papel con la libertad de tiempo y espacio lo sentí una liberación de ideas que quería contar.

-¿Es un libro feminista?

-Es un libro de inspiración, de personas que no aceptaron un 'no' por respuesta, que lucharon contra lo que se les había negado por su género y la injusticia de los roles.

-¿Cree que de lo que habla en el libro, de mujeres cuyo talento ha estado ensombrecido y silenciado por hombres, es algo que todavía sigue vigente? ¿O es algo más común en épocas pasadas?

-El pasado era tremendo: hasta hace menos de un siglo las mujeres no podían estudiar en las universidades, abrir cuentas de banco, trabajar, votar, ser consideradas por el derecho de autor… eran artistas pero solo podían ser musas, sin ningún reconocimiento. La palabra 'musa' fue una trampa, se tenían que sentir halagadas por serlo cuando en realidad era un reconocimiento a su aporte desde lo romántico y no desde lo económico ni el derecho creativo. Hoy en día entendemos más el trabajo en equipo y el reconocimiento de todas las partes, aunque nos queden otras luchas.

-Sin embargo, también incluye la historia de un hombre, Carlos Acosta. ¿Por qué?

-Porque a partir de Carlos Acosta explico el machismo que afecta directamente al hombre. El hecho de cumplir con el rol de la masculinidad impuesto por la sociedad hace que ser bailarín de ballet, como él, sea todavía a día de hoy un ataque para los niños, es como si se les considerase menos 'hombres' por realizar una actividad más común en las mujeres. Además, es una moneda con dos caras tristísimas porque también usa lo femenino como un insulto. Tengo una escuela de danza en Madrid, vivo esa realidad todos los días hablando con las madres de los alumnos sobre los comentarios que reciben de sus compañeros por querer estudiar ballet.

-Se dio a conocer muy joven, con solo 17 años, tras el éxito de 'Un paso adelante'. ¿Le costó gestionar toda esa fama?

-Me costó gestionar el cambio, todos los cambios son duros. Cuatro años de un proyecto que me ocupaba todos los días de la semana y, de repente, aprender otra manera de encarar mi carrera, me produjo miedo. He tenido que empezar de cero en Francia aprendiendo a hablar el idioma y desenvolviéndome sola, sin mi familia, a la que estoy muy apegada. Después me marché a EEUU, donde resido actualmente, y tuve que gestionar otras miles de cosas que traía el cambio, los visados, una nueva cultura, una nueva manera de ver las cosas… He estado sometida a muchos cambios en poco tiempo.

-En este libro usted también se desnuda por dentro. Habla de que el prejuicio la ayudó a ser fuerte. ¿Qué tipo de prejuicios?

-Pues empezando por los míos propios, me subestimaba bastante. Venía del teatro, de protagonizar una función en el Teatro Lara de Madrid con Marta Rivera y Roger Pera. La televisión me asustaba por el hecho de que después me costase más ser actriz en otros campos, llevaba cuatro años haciendo teatro con muy buenas críticas. Hacer televisión me dificultó mucho los 'casting' después. Ahora todo ha cambiado: hacer una serie y ser popular te puede ayudar a que te tengan en cuenta. Al final lo importante es que hagas bien tu trabajo, sin importar el medio del que vengas.

-¿Cree que todo el reguetón es machista? Porque usted comenta en el libro: "El reguetón nos intenta convencer de que el feminismo consiste en que tu deseo sexual supremo sea dar placer al hombre".

-Para nada, yo escribo música urbana y me encanta. Esa frase así sacada de contexto puede parecer que digo eso, pero está dentro de una explicación irónica sobre otra cosa. El reguetón es un ritmo maravilloso donde la referencia a la sexualidad es constante, así que entonces tiende a tener muy presente el tema de los roles.

-En su libro, en el capítulo dedicado a María Magdalena, dice: "Si hubieras sido tú la del taparrabos te hubieran cerrado la cuenta de Instagram". ¿Es una indirecta hacia la foto que le censuraron con su marido?

-(ríe) ¡Puede ser! Aunque yo nunca enseñé nada, pero todavía me resulta curiosa esa persecución al pecho femenino y no al masculino. No tiene sentido que porque el femenino sea más voluptuoso esté prohibido. Los genitales están prohibidos para todos y el trasero y el pecho, según lo que diga tu DNI para Instagram. Me gustaría que me lo explicasen. No me imagino caminar por el Vaticano observando todo el arte de las paredes y los pechos femeninos pixelados. Antes eran más modernos con este tema, estaban en las iglesias y nadie se asustaba ni las cerraban, se consideraba creación de Dios, según he leído.