El título ya da idea de por dónde van los tiros. Small Fry se traduciría como niña mocosa o insignificante. Esa niña es hoy una mujer de 40 años y el título corresponde al libro de oscuras memorias que ahora ven la luz. Son los recuerdos de Lisa Brennan-Jobs, la hija del Steve Jobs, el fundador de Apple, que negó su paternidad durante años y que se comportó con ella «de forma fría, incluso cruel», aunque ella asegura haber entendido sus razones. Y, con el tiempo, haberlo perdonado.

La revista Vanity fair ya ha adelantado algunos fragmentos que dan ida de la compleja personalidad de Jobs, fallecido a causa de cáncer de páncreas en octubre del 2011. Una persona admirada por sus grandes logros, pero a la vez capaz de ser despiadado con quienes le rodeaban y con un marcado carácter antisocial.

Lisa consiguió acercarse a su padre con el paso de los años, pero nunca llegaron a tener una relación cariñosa. «Cuando en el colegio me preguntaban quién era mi padre, respondía orgullosa: ‘Es famoso. Inventó el ordenador personal. Vive en una mansión y conduce un Porsche descapotable. Compra uno nuevo cada vez que se lo arañan». Con este libro, según ha explicado en una entrevista al diario neoyorquino The New Jork Times, asegura que solo busca el alivio a la vergüenza que sintió de niña.

PRUEBAS DE ADN / Steve Jobs tenía 23 años cuando nació Lisa. Aunque acudió al nacimiento del bebé, en la granja de un amigo en Oregón, dijo a todo el mundo que no era hija suya -llegó a declarar bajo juramento que era estéril-. Y negó a su hija biológica el sustento económico hasta que se vio forzado a hacerlo cuando las pruebas de ADN determinaron que Jobs sí era su progenitor, y el tribunal ordenó que pagase el seguro social y una pensión de 500 dólares. Su madre, Chrisann Brennan, a la que Jobs conoció en el instituto, tiró adelante sola durante siete años gracias a las ayudas sociales.

MOMENTOS CONFUSOS / «Yo era una mancha en su espectacular ascenso, ya que nuestra historia no encajaba con la narrativa de grandeza que él quería para sí mismo», asegura con un punto de amargura la hija del genio.

En el libro recrea episodios confusos, como cuando, con 9 años, su padre le forzó a quedarse en la misma habitación en la que Jobs se besaba y gemía con su esposa, Lauren Powell Jobs. «Quédate aquí. Es importante que trates de formar parte de este momento familiar», le dijo entonces.

Lisa, que vive en Brooklyn, visitó frecuentemente a su padre durante los últimos años de vida. En el libro cuenta que él le pidió perdón antes de fallecer por no haber pasado más tiempo con ella, por olvidarse de su cumpleaños y por no devolverle las llamadas. De ese final, también describe: «Estaba sobre la cama, en pantalones cortos. Tenía las piernas desnudas y delgadas como los brazos. Antes de despedirme, fui al baño y me rocié con un espray. Cuando nos abrazamos, podía sentir sus vértebras y las costillas. Cuando nos separaron me dijo que apestaba a váter. Me dijo la verdad: el perfume estaba caducado».

En su herencia, Jobs le dejó varios millones de dólares, con los que asegura que se ha dedicado a mantener a su madre.