Hoy es el día en que me libero de la Espada de Damocles para el resto de mi vida: hace años que soy seropositiva». La confesión, hecha a través de su perfil en Instagram la semana pasada, corrió como la pólvora por la Red y por los medios de comunicación de toda Europa en pocos minutos. Conchita Wurst, la mujer barbuda que conquistó el Festival de Eurovisión 2014, es portadora del VIH. Según explicaba ella misma, empezó el tratamiento con retrovirales cuando fue diagnosticada. Y concluía de manera contundente: «Estoy bien; soy más fuerte y me siento más motivada y liberada que nunca».

De esta manera, la artista revertía la situación que la obligó a hacer pública su enfermedad; el chantaje de un exnovio: «No le daré a nadie el derecho de asustarme e influir en mi vida», sentenciaba. Más aún; el tema ha servido para que Conchita Wurst vuelva a enarbolar la bandera del respeto a la diferencia y a la tolerancia, que fue el leitmotiv que causó la creación de este personaje artístico. En su texto, la intérprete austríaca aseguraba que con esta declaración pública espera «estar dando un paso más en contra de la estigmatización de las personas que se han infectado con el VIH».

«Paz y libertad»

Y es que Conchita Wurst, alter ego artístico de Thomas Neuwirth, nació para cantar pero también para divulgar un mensaje de «paz y libertad» por todo el mundo. De hecho, cuando recogía el premio que la acreditaba como ganadora de Eurovisión, aseguró emocionada que los que persiguen ese mismo objetivo «somos imparables».

Sueña con un mundo que no discrimine a las personas por ser lo que son. Paz y libertad, pero también amor, tolerancia, respeto e igualdad. El personaje no deja de ser una sutil provocación con una crítica social implícita; Conchita es diminutivo de concha, término con que en Argentina denominan al órgano genital femenino, y Wurst, en alemán, significa salchicha. Más allá del juego de palabras, Thomas Neuwirth reventó el concepto de normalidad al presentarse como una mujer con barba. E hizo diana; el vicepresidente ruso, Dmitry Rogozin, la puso como ejemplo de lo que supone acercarse demasiado a la vieja Europa. Y en Polonia, el partido conservador y católico Ley y Justicia consideró que Conchita Wurst encarna la decadencia de los valores tradicionales.

La primera aparición de Conchita fue en el 2011, cuando participó en Die Große Chance, un talent show de la televisión austríaca. Pero el big bang definitivo se produjo en el 2014, con la victoria en Eurovisión. Desde entonces, Conchita Wurst se ha erigido en icono del glamur, en estrella mediática, en abanderada de la lucha por los derechos de la comunidad LGTB y en una bestia sobre el escenario que cuelga el cartel de No hay entradas ahí donde actúa; no solo en Europa, sino incluso en la Opera House de Sydney.

Todoterreno

Antes de publicar su primer y hasta ahora único trabajo discográfico, titulado Conchita, ya ganó tres de los más importantes galardones que concede la industria musical de su país; el de mejor artista femenina, el de mejor canción y el de mejor videoclip, todo en el 2014. Su CD consiguió ser disco de Platino a los pocos días de ser publicado. Ha cantado con la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Sinfónica de Sydney y ha sido la principal estrella de los Gay Pride más multitudinarios de Europa, como Ámsterdam y Madrid.

La han invitado a presenciar la entrega de los Globos de Oro, a visitar el Parlamento Europeo y a una recepción con el anterior secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Ha desfilado para Jean Paul Gaultier en París y ha participado en una conferencia sobre género, medios de comunicación y «normalidades» en la Universidad de Hong Kong. Conchita es la diva todoterreno.

Pero pese a todo ello, no oculta que su pasión es la música, aunque no descarta hacer cine si recibiera alguna oferta. Una cosa tiene clara; ¡no haría nunca de chica Bond! Lo declaró tras ganar Eurovisión con Rise like a Phoenix, un tema inspirado en la banda sonora de las películas del famoso agente 007. También asegura que no volverá a Eurovisión, aunque nunca renegará del certamen, como sí han hecho otros vencedores del festival.

Reconoce que es el hito más importante de su carrera y su trampolín hacia el firmamento de los grandes. Thomas Neuwirth da tiempo al tiempo; no descarta matar en un futuro al personaje de Conchita y abrir una nueva etapa como artista, aunque reconoce que la Wurst le sirve para vivir como lo que es, un joven de 29 años con una vida privada muy común y pasear por la calle sin que le reconozcan.