Entusiasmo en la grada; Laura Valenzuela no sabe cómo salir del entuerto, «es un final inesperado», asegura nerviosamente. Antes de empezar, ha preguntado a Clifford Brown, productor del certamen, qué pasaría si en las votaciones se producía un empate. «¡Eso nunca ha pasado y no pasará!», le responde. Pero se equivoca. Con el público enfervorizado, la presentadora le pasa la pelota a mister Brown; ¿quién ha ganado? Y éste le responde: «Efectivamente, hay cuatro ganadores exaequo»; España, Francia, Holanda y el Reino Unido.

Hoy se cumple medio siglo de aquella última victoria española en Eurovisión. Salomé, álter ego artístico de Maria Rosa Marco, se imponía con Vivo cantando, acompañada de los Valldemossa a los coros. «Lo más difícil fue adaptarme a una canción que no era de mi estilo y que no tenía nada que ver con lo que yo hacía», declaró ayer la cantante barcelonesa a este diario. El festival se celebró en el Teatro Real de Madrid. «La mejor canción era la de Francia, ¡una balada, una preciosidad!». Pero, ¿mejor incluso que Vivo cantando?. «¡Sí, hombre! ¡Por el amor de Dios!», afirma la intérprete, de 79 años.

CON ROSÓN Y FRAGA

De aquel 29 de marzo, Salomé recuerda que ni ella ni la británica Lulu, otra de las ganadoras, siguieron las votaciones. Estaban de cháchara con Juan José Rosón, director de TVE, y Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo. Cuando se confirmó el cuádruple empate, tuvieron que buscarlas por todo el teatro para darles la noticia y pedirles que se prepararan, porque tenían que salir a recibir el premio y a volver a cantar. «Salí a quedar bien», detalla Salomé. «No me esperaba ganar; era demasiada suerte repetir al año siguiente» del histórico triunfo de Massiel con el La, la, la.

La victoria le abrió aún más puertas. Antes de Eurovisión, había ganado el Festival de la Canción del Mediterráneo con Se’n va anar y ya era una estrella. «En América había trabajado mucho, pero el mercado de Europa lo tenía bastante cerrado. Tras Eurovisión, me harté de hacer bolos». Grabó Vivo cantando en siete idiomas.

El vestido que lució, creado por el turolense Manuel Pertegaz, lo guarda en su casa. «Pero no lo puedo ni tocar. Está bordado sobre gasa; han pasado muchos años y por bien que lo conserve, alguna vez que lo he sacado, se rompe porque es delicadísimo». El diseñador aragonés lo creó en azul turquesa porque era un color que quedaba bien en todas las pantallas.

Cuando le propusieron ir al festival, no dudó. «¡Habría estado loca si hubiese dudado!». Pero hoy a Salomé Eurovisión no le entusiasma. «Lo veo a trompicones, porque hay cosas que ya no me gustan, ahora me aburre. La música no es en directo, y no hay decorados; solo una pantalla de luz, unos puchinelis por encima y ¡ya está! Es todo muy impersonal. ¿Y las canciones?, pues no hay nada que te deje atónita de gusto…». El año pasado, «estaba hasta el gorro de escuchar tanto despropósito. No tenía ganas de perder el tiempo y me fui a la cama. ¡Madre de Dios cuando al día siguiente vi quién había ganado!».

El tema ganador, el Toy de la israelí Netta Barzilai le pareció «ridículo». Y ¿qué le parece la propuesta española de este año?: «¡Que nos cojan confesados!». No duda del carisma de Miki, pero se cuestiona: «¿Esto es un festival de simpatía o de canciones? Porque si es de simpatía, iré yo otra vez, que soy muy graciosa».