La inapetencia aparece cuando hay una ausencia de deseo a la hora de tener relaciones sexuales, de forma continua, provocando un malestar en la persona que lo padece y afectando a sus relaciones interpersonales. No se debe a que la otra persona no produzca ese deseo ni está relacionado con ninguna patología de origen orgánico.

Cuando una persona sufre inapetencia sexual y lleva un tiempo prolongado con su pareja, llega a preguntarse si esta ausencia de deseo se debe al hecho de que se esté pasando por una crisis o si se ha perdido la atracción. Sin embargo, la falta de deseo sexual no se debe a los ritmos ni a las etapas por la que pasa una relación. Por ello, se deben saber identificar sus síntomas y saber si nos encontramos ante una ausencia de deseo real.

SÍNTOMAS

La sexualidad nos permite expresarnos, formar vínculos o sentirnos más unidos a nuestra pareja. Sin ellas, podemos sentir desconexión con el otro pero también con nosotros mismos. Esta sexualidad se ve afectada cuando la persona presenta bajo apetito sexual, el cual se extiende en el tiempo y parece que nada puede solucionarlo.

En los manuales diagnósticos se refieren a él como "deseo sexual hipoactivo" y tiene como requisito indispensable que esté provocando malestar y dificultades en las relaciones interpersonales. Además, no se explicaría por la presencia de otra enfermedad o por el efecto de alguna sustancia.

¿Qué síntomas nos indican que nos encontramos ante la falta de deseo sexual?

- Evitamos con frecuencia toda propuesta sobre una actividad sexual, con nuestra pareja o con otras personas

Aparecen numerosas excusas, como que no es un buen momento o que no nos encontramos bien. Estas excusas son recurrentes y provocan tensiones o discusiones.

El deseo sexual oscila en una persona. No siempre se está predispuesto y debemos decir que no cuando no queramos. Pero en un caso concreto de bajo deseo sexual, dicho deseo es siempre bajo.

- La masturbación ha disminuido en su frecuencia, incluso puede desaparecer

La masturbación es un parte indispensable de la vida sexual de muchas personas, independientemente de si tienen relaciones frecuentes o no con otras personas. Se pueden establecer unos ciclos y unas rutinas y se sabe una media de veces que se practica a la semana. Esta media se verá afectada si no hay deseo sexual. El ritmo es muy bajo, en caso de que aparezca, y puede deberse más a otros factores que al deseo en sí.

- No hay iniciativa por nuestra parte para proponer encuentros sexuales

Con la bajada de deseo, sí se practica sexo en algunas ocasiones. Estas ocasiones son escasas y no son propuestas por la persona que sufre el bajo deseo. No se debe a no querer tener intimidad o cercanía al otro sino simplemente al mero hecho de que haya un contacto sexual.

- Esquivar las situaciones donde sabemos que puede haber una disponibilidad a tener sexo

Esto es especialmente palpable en el marco de una relación o cuando hay una convivencia de por medio. Hay ciertas situaciones que sabemos que pueden acabar con sexo, como irse a dormir a la vez o ducharse juntos. Por eso, cambiamos nuestras rutinas para que esto no se dé. Se hace de una forma evidente y muy frecuente.

- Ausencia de sexo

Nos damos cuenta que el sexo no se encuentra entre nuestras preferencias, lo hemos desvalorizado y no pensamos en ello, salvo que salga en una conversación o lo veamos en televisión.

Con el tiempo, aparecen problemas en nuestras relaciones. No lo vivimos como algo agradable sino como una situación que nos genera estrés y ansiedad. Sentimos que es algo obligatorio y que nunca queremos hacerlo. Es necesario explorar de donde viene este bajo deseo o si se produce solo con nuestra pareja sexual frecuente. Es el primer paso para poder solucionar el problema.