La unanimidad en el halago es una rara avis en el ecosistema mediático. La sobreexposición quema hasta al más bienintencionado y es difícil evitar que el recelo de los mediocres acabe causando algún rasguño. Sin embargo, hay excepciones. Una de ellas es Concha García Campoy. La periodista dejó en vida una impronta de profesionalidad y calidez humana que hizo que su muerte, ocurrida en el 2013, supusiera una doble pérdida: la de uno de los rostros más queridos por el público y una de las periodistas más respetadas por sus compañeros y entrevistados.

Cinco años después de su fallecimiento, conserva intacta en quienes la trataron la memoria de la mujer «tierna y firme» que fue, en palabras de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que el pasado jueves, 18 de octubre, amadrinó en Madrid la presentación del libro que ha escrito sobre su vida el biógrafo Miguel Dalmau. Concha García Campoy. la gran ilusión narra las andanzas personales y profesionales de una joven ibicenca, aunque nacida en Tarragona, en 1958, que soñó con ser periodista y acabó siendo una de las figuras más populares de la tele y la radio de este país. Pero su biografía es también el relato de una época reciente de la historia de este país, «que ella ayudó a convertir en un territorio donde se pudiese trabajar en libertad», según Dalmau, así como un desfile de voces ilustres que se cruzaron en su camino y que la siguen añorando. Ángeles Caso la recuerda como «una matriarca que le encantaba proteger y no dejaba a nadie tirado»; Olga Viza destaca su obsesión por no hacer nunca «nada que pudiera romper la estabilidad de los otros»; y Luis del Olmo se queda con su «independencia total, sin veleidades ni concesiones». Para Iñaki Gabilondo, García Campoy le puso a la radio «el tecnicolor de la nueva sociedad española»; y Alfonso Guerra nunca olvidará la que considera su mayor virtud: «Escuchaba a quien estaba entrevistando». David Trueba lo tiene claro: «Concha era nuestra novia soñada».

Con tanta coincidencia en el aprecio, Miguel Dalmau reconoce haber sufrido para dar credibilidad a la historia de su vida. «Es más fácil escribir sobre un malvado». Esto es lo que tiene hincarle el diente a un personaje como García Campoy, «alguien capaz de competir de manera admirable, pero a la vez una mujer de amigas, que hacía su trabajo sin agredir a quien entrevistaba». Así la retrató Carmen Calvo en presencia de los hijos de la periodista, Berta y Lorenzo Díaz García, de amigos, como Víctor Manuel, Ana Belén y Santiago Segura, y sus antiguos compañeros sentimentales, el periodista Lorenzo Díaz y el productor Andrés Vicente Gómez.

García Campoy debutó al frente del Telediario un día de 1985 en el que, según recuerda el editor David Trías, «las calles de Ibiza se quedaron desiertas para verla». Tal era el vínculo que la periodista mantenía con la isla. Luego vendría la presentación de espacios como Las mañanas de Radio 1 (RNE), A vivir que son dos días (Cadena SER), La Brújula (Onda Cero), La gran ilusión (Tele 5) o Las mañanas de Cuatro (Cuatro). En el 2012 le detectaron una leucemia que acabó llevándosela un año más tarde. O quizá no: «A diario tengo la sensación de que sigue aquí, entre nosotros», confiesa su hija Berta.