"Sobre la felicidad puede hablar cualquiera desde su experiencia, y eso puede ser interesante, pero no hay que olvidar que la ciencia es con mucho la mejor herramienta que tenemos para generar conclusiones útiles y válidas". Quien habla es Gonzalo Hervás, director de la Sociedad Española de Psicología Positiva. Esta institución organiza este octubre en Madrid uno de los mayores congresos de Psicología Positiva del mundo. Aún desconocida por el público general, esta disciplina ofrece cada vez más y mejores alternativas de tratamiento, y no hay que confundirla con esa dictadura de la felicidad introducida por el mundo publicitario.

Hervás explica cómo debemos entender la Psicología Positiva y de qué forma está destinada a consolidarse como una de las mejores alternativas al modelo tradicional.

¿Qué es la Psicología Positiva?

Es un área dentro de la psicología científica que busca promover más investigación centrada en aspectos positivos del ser humano y de las organizaciones. Uno de los objetivos importantes es estudiar en profundidad las bases de la felicidad, o del bienestar psicológico que es el término que solemos emplear nosotros. Pero también se estudian otros aspectos como el papel del sentido del humor, la resiliencia, el sentido vital, herramientas concretas para cultivar cada una de esas áreas, etc.

¿En qué se diferencia de las otras corrientes?

Se diferencia de otras corrientes en que el objetivo de las teorías no es comprender mejor los problemas o déficits, para remediarlos, sino en conocer cómo funciona el ser humano a su mejor nivel, comprender los recursos y fortalezas que puede llegar a mostrar, para así promover experiencias o prácticas que promuevan la satisfacción personal y el crecimiento vital. No negamos que existan los problemas, no tratamos de apartar o negar el sufrimiento, ni tampoco negamos que haya dinámicas individuales y sociales que generan dolor y sufrimiento.

Sí, es cierto, ya desde el jardín de infancia la vida es complicada: hay luchas, peleas, lágrimas, injusticias, e incluso algún que otro mordisco. Pero la vida y el ser humano también están hechos de amor, de compromiso, de altruismo, de coraje, de vitalidad, de disfrute, de asombro… Asumir esos dos polos -el oscuro y el brillante- en toda su complejidad no resulta fácil, pero creo que es esencial, especialmente para alguien que pretende comprender y trabajar con seres humanos.

Hasta hace relativamente poco no nos hemos interesado por la felicidad y el bienestar, sino que estábamos enfocados en el tratamiento del malestar. ¿Qué ocurrió para que cambiáramos el foco?

Hay razones puramente científicas y otras más sociales. Durante un siglo la psicología se centró, salvo maravillosas excepciones, en abordar los problemas porque era lo más urgente. Si analizas problemas, lo que sobresale en ese contexto son los déficits y las carencias. Tratar de comprender esos déficit era lo adecuado en ese momento y fue muy productivo, pero se nos fue la mano. Ese sesgo inicial para detectar lo deficitario se convirtió en mala costumbre cuando comenzamos a ser incapaces de ver o trabajar con las potencialidades de las personas.

A nivel de tratamiento psicológico, cuando una persona deja de tener problemas, ¿automáticamente empieza a sentirse bien?

Por desgracia, no funciona así. Las emociones positivas y negativas son dimensiones bastante independientes. Una persona puede mostrar pocas emociones negativas y pocas positivas, o muchas y muy intensas de ambos tipos, y por tanto bienestar no es ausencia de malestar. Al final llegamos a la conclusión de que si queríamos promover el bienestar debíamos aprender a trabajarlo directamente. Otro hallazgo importante fue descubrir que la mayoría de personas incluso pocos días o semanas posteriores a una situación potencialmente traumática, como un accidente con resultado de paraplejia, experimentaban con más frecuencia emociones positivas que negativas. Esto nos mostró que las emociones positivas y la adversidad no son como agua y aceite, sino que se entremezclan.

Hemos ido viendo cómo determinados cambios sociales han impulsado el cambio de foco hacia lo positivo. ¿Cuáles serían?

Exacto, ahora en general tenemos menos miedo al futuro del que tenían nuestros padres, pero también vivimos en un mundo más individualista, y eso provoca que las personas quieran saber más cómo cultivar su bienestar y no sólo labrar un futuro para sus hijos.

¿Puede realmente la psicoterapia basada en la Psicología Positiva tratar cualquier problema?

Eso sería un error absoluto. Lo que se espera de un profesional de la psicología es que sepa integrar técnicas clásicas de gran eficacia, con técnicas más modernas, ya sean de psicología positiva, basadas en la aceptación, u otras, para dar un servicio óptimo a una persona que requiere de nuestra ayuda. Eso implica saber comprender y detectar déficits y sus dinámicas, hacer lo propio con las capacidades de la persona y sus recursos, y saber combinar adecuadamente los dos enfoques en el proceso de recuperación.

Entonces, ¿por qué los estudios académicos tienden a incluir sólo intervenciones positivas?

Cuando hacemos investigación, para comprender bien lo que aporta cada técnica hay que aislar los componentes y de ahí que se pongan a prueba intervenciones sólo compuestas de técnicas positivas. Y esta investigación está dando fruto ya que, hoy por hoy tenemos evidencia de que las técnicas positivas son de ayuda en casos de depresión, para algunas adicciones, para problemas de dolor crónico, y también en trastornos psicóticos crónicos.

Actualmente existe una corriente, especialmente a nivel publicitario, que nos obliga a la felicidad. ¿En qué se diferencia esto de la verdadera Psicología Positiva?

Es un tema complejo. A principios de siglo se vivió una gran época de prosperidad económica en todo occidente. Eso permitió que muchas personas tomaran conciencia de que cubrir sus expectativas en términos de seguridad económica no revertía en una satisfacción vital proporcional. En esa época cuando se publicaba un libro o un artículo sobre felicidad la gente lo leía masivamente, tanto en España como en otros países de nuestro entorno. Cuando los editores se dieron cuenta empezaron a darle más y más espacio a este tema, por una razón sencilla: generar más ventas. Luego llegaron las marcas y la publicidad y por último, las redes sociales y los mensajes inspiradores de corte "pensamiento positivo", o el famoso Mr. Wonderful. La Psicología Positiva comenzó antes de este boom, en los años 90 del siglo pasado, y desde entonces, dependiendo del lugar y el momento, ha participado más o menos de él. Pero las inercias suelen acabar en zonas peligrosas y tras casi dos décadas de bombardeo hemos llegado a un estado de saturación de pensamiento positivo, o lo que algunos autores llaman de dictadura de la felicidad.

¿Cómo ha influido en esto las Redes Sociales?

Las redes sociales han exacerbado el individualismo y el exhibicionismo, y sabemos que un exceso de narcisismo lleva a falta de empatía y a una mayor fragilidad psicológica e incluso a la depresión. Tenemos muchos datos que nos dicen que es más saludable la interdependencia, el altruismo equilibrado y tener metas que vayan más allá de uno mismo. Y por otro lado, apenas se puede sostener con datos que pensar en positivo de forma acrítica e indiscriminada se asocie a buenos resultados. Por eso en general los psicólogos estamos en contra del pensamiento positivo. Por superficial y por fomentar un pensamiento mágico que ya en los años 70 se vio que era muy perjudicial ante la adversidad. Pensar que mágicamente las cosas van a ir mejor, sólo por pensarlo una y otra vez es un gran error. Con la dictadura de la felicidad sucede algo similar. Sentirse un fracasado por no ser plenamente feliz es una aberración: todo el mundo tiene derecho a no ser feliz en determinadas etapas o incluso durante toda su vida.

¿Está la Psicología Positiva relacionada con este cambio?

Curiosamente, algunos acusan a la Psicología Positiva de ser responsables de esta hiperinflación de positivismo ingenuo. Por suerte o por desgracia no tenemos ese poder, quizá Facebook pueda tener algo de influencia, no lo sé. Nosotros desde luego no. Algunos autores del campo de la Psicología Positiva han publicado libros sobre bienestar o felicidad pero ha sido para contrarrestar las decenas de libros de autoayuda que publicaban las editoriales, muchos de ellos con contenidos más que cuestionables. Y lo más importante, las tendencias culturales tienen mucha inercia, no se pueden acelerar o frenar fácilmente. Por eso creo que lo importante es conocerlas y tratar de equilibrarlas, tanto a nivel de debate público como cada uno en su casa, con su familia y en su espacio de reflexión personal.

A lo largo de la historia hemos ido viendo como muchas personas rodeadas de sufrimiento o con vivencias realmente traumáticas alcanzaban la felicidad, como por ejemplo Viktor Frankl o, sin ir más lejos, Irene Villa. ¿Con qué elementos debe contar alguien para poder ser feliz frente a la adversidad?

Lo primero que hay que aclarar es que la adversidad no debería verse como algo anómalo o excepcional, porque no lo es. Todos en mayor o menor medida vamos a enfrentarnos a alguna adversidad, y nuestro nivel de bienestar se va a ver afectado, al igual que el de las personas que nos rodean. Reconocer que eso es parte natural de la vida, aunque a priori nadie lo quiera ni lo merezca, es algo básico. Por desgracia, como nadie desea vivir situaciones negativas, tratamos de convencernos de que eso les pasa sólo a los demás. Pero no, la adversidad irrumpe sin avisar, nos coge con el pie cambiado y a menudo respondemos de la peor forma posible: huyendo del dolor. La primera clave, por tanto, es saber enfrentarnos, comprender -y también saber dosificar- nuestro dolor. Las habilidades emocionales son claves aquí, pero también fortalezas como la valentía. Si me preguntas por otras claves adicionales ante la adversidad, destacaría el poder encontrar apoyo en personas cercanas que sepan entendernos y consolarnos; también el permitirnos experimentar pequeños momentos de disfrute, no perder el contacto con la emocionalidad positiva; y por último, tratar de buscar un ángulo para interpretar lo ocurrido que no nos haga aún más daño, tratar de darle un sentido. Esas serían las cuatro patas de la resiliencia.

Actualmente existe un índice capaz de medir la felicidad, el índice Pemberton, para el cual ha trabajado junto a Carmelo Vázquez. ¿Qué mide y que no mide este índice?

En realidad, hay varias escalas psicológicas que tratan de medir el bienestar psicológico, que es como los psicólogos nos referimos a un tipo de felicidad relativamente estable, de fondo, que esté basada en un buen funcionamiento psicológico y que genera sensación interna de armonía y de satisfacción vital. La particularidad de este índice es que, para evitar sesgos culturales, se construyó con datos de 9 países distintos y 7 idiomas diferentes. Ninguna escala de bienestar previa había empleado un abordaje multicultural similar.

¿Cuál es su utilidad desde el punto de vista de la psicología y cómo podemos aplicarlo a la vida diaria?

Las escalas de bienestar sirven para monitorizar el bienestar de una persona o de un grupo de personas, incluso de naciones enteras. Puede permitir analizar si una iniciativa en el campo público o privado, como por ejemplo, poner una máquina de café gratis en la empresa, o facilitar un servicio médico telefónico, puede incrementar de forma sostenida el bienestar de las personas o tan sólo genera un pico de entusiasmo transitorio. También sirve para detectar cambios bruscos en el nivel de bienestar de un grupo, para poder activar una alarma y analizar qué pasa. A nivel individual, si monitorizo mi bienestar de forma periódica podría descubrir que mi nivel de bienestar ha bajado en los últimos años de forma incesante pero tan suavemente que ni siquiera había caído en ello.

Ya sea a nivel individual o colectivo, tener información sobre cuál es tu nivel de bienestar siempre es bueno, porque te permite reaccionar. Eso sí, siempre y cuando no se viva el bienestar como una obligación o como el único valor al que respondemos como personas, porque obviamente eso, además de ser contraproducente, es un sinsentido.

En los próximos días se celebra en Madrid el IV Congreso Español de Psicología Positiva, organizado por la Sociedad Española de Psicología Positiva, de la que es presidente. ¿De qué forma está ayudando el congreso a la divulgación de esta ciencia?

Es una gran oportunidad para que psicólogos de todos los ámbitos puedan ponerse al día en este campo. Profesionales de otros ámbitos también podrán encontrar orientación o respuestas ante retos que puedan estar enfrentando en su labor profesional cotidiana. Y digo ponerse al día porque la ciencia va avanzando y lo que se creía correcto hace unos años, ahora se ha revisado o se ha matizado. Hay muchas aplicaciones nuevas que se están desarrollando tanto en el ámbito clínico, como en el desarrollo personal o para las organizaciones. Y vamos a contar con los investigadores más rigurosos tanto a nivel español como internacional.

Michael West, Judith Moskowitz o Marisa Salanova se encuentran entre los ponentes del congreso. ¿Qué podremos encontrar este año? ¿Cuáles son los últimos descubrimientos en el campo de la Psicología Positiva?

En este congreso hemos hecho un gran esfuerzo para invitar a profesionales de gran reconocimiento mundial como Judith Moskowitz, que proviene de la tradición de la resistencia a la adversidad y que lleva más de quince años estudiando y aplicando cómo y por qué promover experiencias positivas frecuentes, a la vez que se deja un espacio y se validan a las emociones desagradables. Han comprobado que las emociones positivas pueden ser de gran ayuda para sobrevivir a situaciones críticas como una enfermedad grave o crónica. También tendremos a Michael West, un investigador y consultor que ha revolucionado el sistema de gestión de salud británico a través de la implementación de un innovador sistema de liderazgo compasivo y colectivo. Marisa Salanova también nos hablará de las últimas investigaciones sobre lo que hace que una organización no sea tóxica para sus empleados sino todo lo contrario. José María Peiró nos hará reflexionar en profundidad sobre la tan manida relación entre bienestar y productividad en las organizaciones y, finalmente, Michael Steger, la máxima autoridad mundial sobre la investigación en sentido vital, ofrecerá un taller práctico sobre herramientas concretas para potenciar el sentido vital en el trabajo.

¿Hacia dónde se dirige actualmente la Psicología?

La Psicología está viviendo un momento vibrante, de gran crecimiento. Tiene aplicaciones en campos tan diversos como la salud, la prevención de accidentes, la educación, la ergonomía, la criminología, el urbanismo y un largo etcétera. El desarrollo de nuevas metodologías de investigación tanto en el laboratorio, en estudios de campo, a nivel de cuestionarios y test, o a nivel neurobiológico, ha sido muy importante en las últimas décadas y cada vez tenemos teorías más complejas. La mentalidad en el campo académico también ha cambiado, se ha abierto. Hasta hace poco era tabú hablar de gratitud, perdón, bienestar, amor o compasión. Ahora está completamente normalizado y creo, sinceramente, que algo ha tenido que ver la Psicología Positiva con este cambio.

Si solo pudiera elegir una cosa que recomendar cada mañana al levantarnos que nos hiciera aumentar gradualmente nuestra felicidad, ¿qué sería?

Es muy difícil quedarse con una única cosa porque la felicidad depende de muchos factores internos y externos, del presente de la persona, del pasado e incluso del futuro… No todos los ingredientes tienen el mismo peso en todas las personas y todos los momentos. Pero si tuviera que elegir solo uno serían las relaciones satisfactorias. Según la investigación, parece que la satisfacción con la pareja y con las relaciones en general, es el factor aislado más importante. En relación a esto, son muchas las habilidades que se podrían cultivar: asertividad, resolución -en vez de evitación- de conflictos, empatía, ternura, comunicación, tolerancia, calidez, etc. Lo cierto es que desde hace tiempo sabemos que las relaciones cálidas y estables, ya sean familiares, de amistad, o de trabajo, y a ser posible todas, son la base para que todo lo demás pueda funcionar. Por eso, la felicidad es mucho menos "individualista" de lo que la gente cree.