Que nadie se engañe. En Hollywood no mandan los directores ni los actores. Mandan los productores ejecutivos, la gente que pone la ‘pasta’, todopoderosos reyes feudales en los castillos de sueños levantados por los estudios. Y en ese Hollywood, Harvey Weinstein era un tótem. Cofundador de Miramar y de The Weisntein Company, acumula seis Óscar en sus estanterías (‘El paciente inglés’, ‘Shakespeare in Love’ o ‘Chicago’) y una filmografía salpicada de obras maestras del cine independiente, desde ‘Clerks’ a ‘Pulp Fiction’.

Su agresividad para promocionar sus películas entre el jurado de la Academia es antológica, pero también su defensa de las causas progresistas, sus fiestas para financiar las campañas de políticos demócratas o su patronazgo de los derechos de las mujeres y los gays.

Desde esta semana, Harvey Weinstein es también un depredador sexual, la última figura pública estadounidense acusada de abusar de su poder para obtener favores sexuales de las mujeres de su entorno.

Una minuciosa investigación de 'The New York Times' lo ha puesto al descubierto. Numerosas mujeres alegan haber sufrido tocamientos indeseados y acoso sexual del que era hasta ahora uno de los productores más famosos de la industria, una larga lista de incidentes que comenzaron hace tres décadas. En al menos ocho ocasiones, Weinstein llegó a acuerdos extrajudiciales con sus víctimas para taparles la boca a cambio de dinero. Tres de ellas fueron sus asistentes, otra es una modelo italiana, otra una actriz.

"Entiendo que mi comportamiento hacia mis colegas en el pasado ha causado mucho dolor y pido disculpas sinceramente por ello. Aunque estoy intentando hacerlo mejor, sé que tengo un largo camino por delante", ha asegurado Weinstein en respuesta al artículo del 'Times', antes de añadir que se está sometiendo a tratamiento y que se ha cogido una baja para abordar sus problemas.

El 'mea culpa' no quita que, según su abogada, niegue “muchas de las acusaciones como eminentemente falsas”. Lo mismo que hicieron otros de su ralea, como el cómico Bill Cosby, el expresentador de la Fox, Bill O’Reilly, o el fallecido fundador de la misma cadena, Roger Ailes.

Habitaciones para sus emboscadas

Weinstein utilizaba lujosas habitaciones de hotel para sus emboscadas, camufladas como reuniones de trabajo. La actriz Ashley Judd lo comprobó hace dos décadas, cuando estaba iniciando su carrera. Al entrar en la suite del hotel Peninsula Beverly Hills, Weinstein apareció vestido con un albornoz y, según el testimonio de ella, le pidió si podía darle un masaje o mirarle mientras se duchaba.

En 2014 fue el turno de Emily Nestor, una estudiante universitaria que solo había trabajado un día para él. Si aceptaba sus proposiciones sexuales, él se encargaría de promocionar su carrera. Un año después hizo algo parecido con una de sus asistentas: apareció desnudo y le pidió que le diera un masaje, antes de que ella rompiera a llorar, según escribió en un memorando una de sus compañeras de trabajo.

"En esta compañía hay un ambiente tóxico para las mujeres", escribió Lauren O’Connor en una carta dirigida a la dirección de The Weinstein Company. Las repercusiones del escándalo no se han hecho esperar. Varios congresistas demócratas ya han anunciado que devolverán las contribuciones que Weinstein les dio para financiar sus campañas o para contribuir a onegés, organizaciones, algunas de ellas, dedicadas a ayudar a las víctimas de la violencia doméstica.