Cuando alcanzamos la vida adulta, nuestros esquemas de pensamiento se modifican respecto a etapas anteriores. No solo cambian las opiniones y las creencias, sino que el patrón para resolver problemas o para relacionarnos también es diferente. Cuando tenemos hijos adolescentes, este modelo diferente de pensamiento nos dificulta generar empatía o entendernos, sumado al rol de padres y la necesidad de autoafirmación que existe en la adolescencia. En muchos casos la convivencia se complica y puede hacerse insostenible, aunque no existan problemas reales añadidos.

Como padres, no solo tenemos la obligación de satisfacer las necesidades de supervivencia y seguridad de nuestros hijos. Es también un deber dotarles de herramientas emocionales que les ayuden a enfrentarse a esa etapa y las que vendrán después. Pero, para ello, debe haber una red de apego, una convivencia confortable y un entendimiento muto. Por eso, es necesario establecer una confianza que nos abra el camino.

CAMBIOS EMOCIONALES

La adolescencia es una etapa llena de cambios a nivel físico y emocional, por lo que puede vivirse con desconcierto, tanto para el hijo como para los padres. Los cambios psicológicos marcarán el desarrollo de cómo se podrá comportar en la vida adulta, por lo que existe una necesidad de que lo vivan con tranquilidad y sin miedo. Es importante que los padres puedan saber a qué se enfrentan y para ello es necesario ser conscientes de cómo la personalidad se va modificando en esta etapa.

Estos son los cambios psicológicos a los que se enfrenta un adolescente:

ENTIENDE AL ADOLESCENTE

Tener, criar y educar a un hijo es uno de los mayores retos a los que nos podemos enfrentar. Si creemos que se hace más fácil a medida que crecen, nos damos cuenta con la llegada de la adolescencia de que no es así. Esta etapa es disruptiva, estresante y con grandes cambios que deben ser encarados por toda la familia. Los hijos buscan su autonomía, necesitan su independencia y quieren reafirmarse, pero no dejan de necesitar el apoyo de sus padres. Este apoyo, si no es dado de la forma correcta, se esquivará y podrá convertirse en reproches de soledad y sobre el no entendimiento.

A través de las siguientes pautas podremos entendernos mejor con nuestros hijos adolescentes:

1. Escucha sus necesidades

Todas las personas cuentan con una serie de necesidades que deben ser cubiertas. Estas necesidades van más allá de lo material. Con la adolescencia las necesidades tienen otro tono y pueden chocar con lo que los padres quieren para sus hijos. Aunque no estemos de acuerdo con ello, debemos sentarnos y negociarlo, no como un chantaje sino como algo que pueda tener beneficio para ambas partes. Estas necesidades podrán ser otras dentro de cinco años, pero las que cuentan son las actuales.

2. Permite el error

Desde nuestra percepción de adultos y al haber cometido sus mismos errores, queremos advertirles y prevenir el daño. Sin embargo, las mejores lecciones llegan cuando, aun viendo el peligro, dejemos que cometan esos errores. De ello obtendrán aprendizaje. Nosotros solo debemos estar al lado para mostrar apoyo.

3. No eres perfecto

Desde que nacen, queremos que nuestros hijos tengan una imagen idealizada sobre nosotros. Nunca cometemos errores, siempre tenemos un buen día y sabemos gestionarlo todo mejor que ellos. Sin embargo, esto es falso e insostenible en el tiempo. Debemos dar ejemplo a través de nuestra propia humanidad. Tenemos días malos, nos desborda el trabajo o no sabemos enfrentarnos a todo.

4. Su opinión es válida

No importa si pueden estar equivocados o aún no tienen la experiencia suficiente. Los adolescentes tienen una opinión sobre todo y es digna de respeto. Debemos pararnos a escuchar y dejar abierta la posibilidad a que puedan tener, aunque sea en parte, razón.

La llegada de la adolescencia supone un espacio de incertidumbre donde pueden aparecer emociones negativas en ambas partes. Sin embargo, esta etapa de transición puede resultar tranquila si sabemos cómo entender a nuestros hijos y les damos la independencia y el apoyo que necesitan.

* Ángel Rull, psicólogo.