Jugando al despiste con la prensa, la juez instructora de los ERE fraudulentos de Andalucía, Mercedes Alaya, renovó este sábado sus votos matrimoniales con su esposo desde hace 30 años, el auditor Jorge Castro. Pese a que inicialmente se había señalado la Basílica del Gran Poder de Sevilla como el lugar elegido, hasta el último minuto los invitados no han conocido el lugar exacto, una pequeña capilla escondida en el laberinto de calles del barrio de Santa Cruz.

Alaya, de 50 años, se desposó hace tres décadas con Castro, pero la juventud de ambos y que los dos tenían puestas sus prioridades en sus respectivas carreras hicieron que no lo celebraran demasiado. Ahora han querido celebrarlo a lo grande y con sus cuatro hijos, ya mayores, y justo en la misma semana en que imponía una millonaria fianza a la exministra de Fomento Magdalena Álvarez al considerarla una de las promotoras del marco legal que permitó el fraude que investiga.

La jueza llegó con más de media hora de retraso a la capilla, donde esperaba ya su marido, vestido de chaqué, y todos los invitados. Lucía un vestido largo con cola en encaje de color blanco roto, escotado y sin velo, el pelo ondulado con un leve recogido y portaba un pequeño bouquet de rosas amarillas.

Esquivar a los fotógrafos

El coche tuvo serias dificultades para maniobrar en la calle, dado que la jueza, muy celosa de su intimidad, trató de evitar las imágenes. Y al dar marcha atrás para dejarla justo en la puerta, el vehículo -un coche de alta gama azul marino- golpeó a algunos de los fotógrafos e incluso de los agentes de Policía Nacional que estaban en la entrada.

A la salida, y tras despedir al matrimonio con una lluvia de pétalos, la comitiva de invitados -todos familiares y amigos íntimos, pero no los compañeros del juzgado- se dirigió a pie a una cercana casa palacio donde se celebraba el banquete. Está previsto que los novios continuen la fiesta el domingo en una finca en el campo en un lugar no desvelado.