El 27 de marzo de 1995, Maurizio Gucci -nieto del fundador de la homónima casa de moda de lujo— salió como de costumbre de su casa en Milán a las 8.20 de la mañana para ir a su oficina. Un cuarto de hora después, estaba muerto. Cuatro balas disparadas por un matón con una Browning calibre 7.65 habían puesto fin a su vida en Via Palestro.

El suceso se ventiló en los periódicos como el típico conflicto de una familia rica de herederos ambiciosos. Pero era algo más. Detrás estaba su exmujer, Patrizia Reggiani Martinelli (Vignola, 1948), quien en 1997 fue acusada, arrestada -la sentencia fue confirmada en tres ocasiones-, y encarcelada en la prisión de San Vittore de Milán, donde pasó 17 años antes de continuar en régimen de libertad condicional hasta ahora, en que el juez ha decretado su puesta en libertad completa. Se cierra así uno de los capítulos más morbosos de la historia de las crónicas negras de Italia que apasionó durante años a la opinión pública transalpina.

La noticia de su liberación, que coincide además con la celebración de la Semana de la Moda en Milán, no llega sola. Hace solo unos días, un nuevo veredicto de la Corte de Apelación de Milán concluía que la viuda negra de Gucci -así la apodaron los medios- tiene derecho a recibir una pensión de alrededor de un millón de euros al año.

Es la cantidad que le había prometido Maurizio Gucci en 1993, antes de morir, y que ahora, según los jueces, le deberán entregar sus hijas, Allegra y Alessandra Gucci. A ellas también se les pide otros 24 millones por el dinero estipulado que Reggiani no ha recibido durante su detención.

LA SENTENCIA ES CLARA

“La sentencia es clara”, explicó el abogado de Reggiani al diario 'La Repubblica'. “Ese vitalicio a favor de Reggiani fue previsto en un acuerdo realizado en Suiza, en un momento anterior al juicio, y no ha decaído con el suceso. El comportamiento ya sancionado de Patrizia Reggiani no afecta el acuerdo con Maurizio Gucci y por tanto es irrelevante”, han escrito los jueces de Milán. “Otras evaluaciones son morales y no jurídicas”, han precisado. El acuerdo por tanto deberá cumplirse, salvo que las hijas de Reggiani no recurran al Tribunal de Casación, el órgano judicial más alto y último en Italia.

CEREBRO DEL ASESINATO

En el transcurso de los años, Patrizia Reggiani ha hablado numerosas veces de su papel como cerebro del asesinato de su exmarido -se habían separado el año 1985-, desmintiendo o matizando luego sus declaraciones según el caso. Sin embargo, nunca ha dicho con claridad qué la llevó a contratar a un sicario, un tal Benedetto Ceraulo, y a otros tres, el conductor Orazio Cicala, Ivano Savioni, y la amiga-nigromante, Giuseppina Auriemma, para llevar a cabo su crimen. Todo ellos fueron condenados también a penas de prisión.

“Lo amé con locura, era el padre de mis hijas. En ese momento de mi vida, sin embargo, estaba convencida de que él ya no merecía vivir. ¿Por qué? Eso no lo diré nunca", afirmó en una ocasión, en noviembre de 2014. Para entonces, Reggiani se encontraba ya desde hace un año en libertad condicional.

UN CARISMA INCREÍBLE

Y eso que la primera vez que le propusieron la semilibertad anticipada, la rechazó, pues los magistrados también le habían pedido que se pusiera a trabajar. “Nunca he trabajado y no tengo intención de comenzar ahora”, respondió entonces. Incluso encarcelada, vivía como una reina, admirada por el resto de las detenidas. “Es una persona con un un carisma increíble”, decían de ella. Así poco a poco Reggiani fue ganándose una serie de privilegios, desde un hurón llamado Bambi y salidas los fines de semanas. Entonces Alessandra y Allegra aún mantenían una relación con su madre. Quizá ya no es así.