Cantando bajo la lluvia podía haberse titulado esta nueva edición de la Cena en Blanco de Zaragoza, evento que nació como picnic clandestino para reivindicar la belleza de algunos emplazamientos de la ciudad y que reunió ayer a 800 personas (a pesar de que la cita, esta vez, se había retrasado unas dos semanas sobre la convocatoria habitual). Casi todos los que se habían sumado al evento desconocían el lugar del mismo hasta que se desveló el secreto, unos minutos antes de las nueve. Fue en el Alma del Ebro, la escultura de Jaume Plensa que luce frente al Palacio de Congresos de la Expo. Hasta allí y con la tormenta bramando llegaron los invitados de los múltiples organizadores que tiene esta cena. Una idea que hace once años importó Miguel Ángel Cubero, tras vivir la Cena en Blanco de París (que allí concentra a miles de personas cada año).

Con sus propias reglas (que pasan por cuidar el entorno), los invitados de ayer se afanaron en engalanar las mesas de una manera especial. El blanco dominaba, como siempre, como etiqueta requerida. Y algunos clásicos del evento, como el artista Ignacio Guelbenzu, cumplieron su particular tradición (en este caso, la de fabricarse un tocado nuevo cada año, con un cerdito-hucha como motivo central esta vez). Mariano Bazco, de Starkytch, la empresaria de comunicación Yolanda Gil, el director de la Caridad, Daniel Gimeno, o Nieves Añaños, de Versus, formaron parte de la larga lista de repetidores del evento, que este año sumó caras nuevas... Y que es digno de una galería para la web de este diario.